Para Lara, porque es parte de la historia, parte de Valerie.
Para Paloma por animarme siempre con sus comentarios.
Para Marina, porque sé que le va a encantar.
Y antes de nada, perdón si os parece triste...
Pero... la vida es así.
Empiezo a sentirme encerrada. Sí, hasta ahora no me he dado cuenta de que todo este tiempo he estado metida en una jaula. Una jaula con paredes de madera y puertas, pero una jaula al fin y al cabo. Lo peor no es estar aquí. No, lo peor es hacerse consciente de que se te está acabando el tiempo. Cada segundo, cada minuto que pasa el tiempo que tengo para salir de aquí con vida se me va a agotando. Él también lo sabe, lo veo en sus ojos que en ese momento me miran con una preocupación que va aumentando cada vez más. La relativa tranquilidad de hace un rato ya no existe. Es palpable. En el ambiente, sus gestos, su respiración, la fuerza con la que me toma la mano y me arrastra por el pasillo. Un pasillo que se ha convertido en un río y donde el agua nos llega ya por la cintura.
Para Paloma por animarme siempre con sus comentarios.
Para Marina, porque sé que le va a encantar.
Y antes de nada, perdón si os parece triste...
Pero... la vida es así.
Empiezo a sentirme encerrada. Sí, hasta ahora no me he dado cuenta de que todo este tiempo he estado metida en una jaula. Una jaula con paredes de madera y puertas, pero una jaula al fin y al cabo. Lo peor no es estar aquí. No, lo peor es hacerse consciente de que se te está acabando el tiempo. Cada segundo, cada minuto que pasa el tiempo que tengo para salir de aquí con vida se me va a agotando. Él también lo sabe, lo veo en sus ojos que en ese momento me miran con una preocupación que va aumentando cada vez más. La relativa tranquilidad de hace un rato ya no existe. Es palpable. En el ambiente, sus gestos, su respiración, la fuerza con la que me toma la mano y me arrastra por el pasillo. Un pasillo que se ha convertido en un río y donde el agua nos llega ya por la cintura.
Nunca lo he expresado en voz
alta, pero uno de mis mayores temores es morir ahogada y creo que por primera
vez en mi vida, ese miedo empieza a salir a la superficie, en forma de
pulsaciones aceleradas y una respiración entrecortada mientras caminamos a
contracorriente para buscar alguna salida de los pasillos de la muerte en los
que nos encontramos. El frío del agua ya apenas lo siento, mis piernas están
entumecidas debido precisamente a la temperatura del agua, pero eso no es algo
que me vaya a frenar de seguir andando, seguir luchando por salir de allí,
aunque sé que quizás esta sea mi última noche en la tierra. No soy del grupo de
privilegiados, nunca lo he sido ni lo seré.
Lo único por lo que me siento
privilegiada es por amar. Por ese amor incondicional que ha nacido en días,
pero que me acompañará aunque muera esta noche. El amor no muere con la
persona. El amor es inmortal. Permanece vivo en cada una de las personas a las
que has conocido, a las que has tocado con tu gracia y tu candor. Ese amor
permanece en los recuerdos que todas las personas que han pasado por tu vida
albergan de tu persona, sean buenos o malos recuerdos. ¿Puedo morir esta noche?
Sí, soy más que consciente de ello, pero al menos he amado y me han amado… y
ese amor que he profesado de una forma tan pasional, tan genuina, tan única,
puede salvar la vida de la persona que más he amado, puede ayudarle a seguir su
camino aunque yo ya no esté a su lado, aunque no caminemos juntos nunca más.
Unos gritos me sacan de mi ensimismamiento
y miro al frente. Otro grupo de personas que intenta salir de allí y aunque yo
hubiera seguido adelante, él me hace torcer y subir unas escaleras hasta llegar
a una puerta de hierro. Esas puertas que ahora más que nunca nos indican cual
es nuestra posición en la escala de la humanidad. Siento el peso de la falda
del vestido que llevo puesto cuando dejo de estar en contacto directo con el
agua helada. ¿Y ahora qué? Echo un vistazo a mi espalda, el agua empieza a
subir también por los escalones y empiezo a sentirme atrapada. Entre la espada
y la pared. Mi respiración se acelera y mis ojos deben ser un claro reflejo del
pánico que empiezo a experimentar. Voy a morir, estoy segura.
El sonido del metal chocando hace
que vuelva la vista hasta él. Tiene un manojo de llaves en las manos. - ¿Cómo…?
– Noto mi voz ahogada y ligeramente chillona, fruto del miedo que se ha
empezado a apoderar de mi cuerpo. No entiendo cómo se ha podido hacer con ese
manojo de llaves, en mi cabeza no tiene ningún sentido, no al menos en este
momento, cuando noto el movimiento del agua y puedo ver su reflejo de un color
verdoso acercándose a nosotros por el rabillo del ojo. Mi respiración vuelve a
agitarse mientras le veo pelearse con las llaves, buscando la correcta, la que
abre la reja y nos puede sacar de aquí.
Pasan los segundos, los minutos y
aún no parece haber encontrado la llave correcta. Miro con nerviosismo el
manojo de llaves en su mano, que mueve frenéticamente probando todas…, pero son
tantas… De súbito siento el agua nuevamente rozando mis zapatos y el frío
intenso me vuelve a invadir. No puedo evitar soltar un chillido, haciendo que
él también baje la mirada al suelo y empiece a mover las llaves con más prisa.
Noto como sus manos empiezan a temblar y como le cuesta incluso meter la llave
en el hueco de la cerradura, mientras que el nivel del agua sigue aumentando.
Un “click” me hace volver la
mirada desde el agua hasta la puerta. ¡Ha encontrado la llave! Una sensación de
vértigo recorre todo mi cuerpo y el alivio prácticamente se entremezcla con el
resto de emociones que tengo ahora mismo dentro del mismo. Parece mentira, pero
es la fuerza del agua a mis pies que me arrastra hacia delante. Me golpeo
ligeramente con la pared que está frente a mí. Me ha parecido oír algo caer
dentro del agua y la reja volver a cerrarse. ¿Habrán sido sólo imaginaciones
mías? Las luces parpadean sobre mi cabeza al tiempo que me doy la vuelta.
Horror. Es un sentimiento que no
hubiera querido experimentar nunca. Noto que mis ojos empiezan a humedecerse y
lucho por mantener las lágrimas dentro de ellos, porque la visión de lo que
tengo delante no necesita palabras, no necesita que nadie me diga qué va a
pasar ahora. Sé perfectamente lo que va a pasar. Me acerco de nuevo a la reja
conteniendo las lágrimas. Veo impotencia en sus ojos que me miran desde el otro
lado, donde ha quedado encerrado. - ¿Y las llaves? – Pregunto con una nota
histérica en mi voz mientras miro a mis pies y a los lados, pero ni rastro del
manojo de llaves que llevaba hace unos momentos en sus manos. - ¡¿Dónde están?!
– El eco de mi propia voz retumba contra mis oídos y ahora sí que ya no puedo
evitar echarme a llorar. Siento las lágrimas caer por mis mejillas y como estas
empiezan a arderme, como si el contacto con mis lágrimas quemase. - ¡Maldita
sea! ¡¿Dónde están?! – Me aferro con fuerza a los hierros, con tanta que noto
como el filo me corta una de las palmas y la sangre empieza a salir con
lentitud de la incisión.
- Se han caído… - Su voz ya no es
la misma. No es esa voz vivaz y que siempre te animaba a seguir adelante, la
que muchas veces me levantaba el ánimo, me ayudaba a levantarme y seguir con
todo lo que tenía que hacer. Su voz está ausente y sus ojos reflejan que es
consciente de su destino, de que va a morir en… ¿cuánto? Unos minutos, eso está
claro. – Es el final… Al menos he podido salvarte a ti, es todo lo que deseo,
que tú vivas, yo ni siquiera debería estar aquí. – Eso es verdad, pero aún así…
No puedo creerme que después de todo, vaya a acabar de esta manera. Su mano se
posa en una de mis mejillas húmedas a causa de las lágrimas, pasándome el
pulgar por la misma intentando secarla, pero va a ser inútil porque de mis
ojos no dejan de brotar más y más lágrimas. – Tienes que irte. No pierdas
más el tiempo. – Y aunque una parte de mí quiere irse y alejarse de allí, otra
parte me mantiene estancada en ese sitio. Tengo que encontrarle, tengo que
reunirme con él, sí, pero esperaba que pudiéramos hacerlo los dos juntos… Me
parte el corazón tener que dejarle atrás. – Él es tu alma gemela…, encuéntrale…,
yo ya he cumplido esta noche.
El agua prácticamente ha
alcanzado mis rodillas. La suplica en sus ojos consigue que apoye mi frente
contra la reja durante unos segundos. Respiro hondo. - Valerie… - Levanto la
mirada hasta su rostro, hasta esos ojos que conozco tan bien. – Quería que
supieras que te he querido desde hace mucho tiempo… - Una sonrisa escapa de mis
labios, nunca lo hubiese imaginado y se me hace muy cruel que me lo diga en un
momento así, aunque también soy consciente de que es la última oportunidad que
tiene para decirme lo que siente por mí. – Pero…, Asier es la persona a la que
estas destinada y nunca me perdonaría que te retuviera aquí abajo y murieras
conmigo, así que… vete ya.
Eso ha sido una orden en toda
regla, el tono de voz que ha usado no ha dejado lugar a dudas. Ahora soy yo la
que cuela una de mis manos entre los huecos y le acaricia la mejilla, pasándole
también la mano entre sus cabellos una última vez. Ya no habrá más veces. Es el
final. – Gra-gracias por ser mi amigo… Nunca…, nunca te olvidaré Toby. - ¿Cómo
iba a poder olvidarle alguna vez? Acababa de salvarme la vida y a cambio él se
había quedado allí encerrado. Noto sus manos contra su estómago y como me
empuja con suavidad, una señal, un gesto silencioso para que me aleje y siga mi
camino. Un camino en el que él ya no va a estar.
Se me escapa un gemido. El agua
está alcanzando mi cintura y sé que no me queda mucho tiempo si quiero salir de
aquí, si quiero encontrar a Asier. Le miro una última vez mientras siento que
mi garganta se cierra. Sigo llorando y sollozando porque sé que va a morir de
una forma espantosa y es algo que hubiese preferido no saber. – Te quiero,
Toby. – Me oigo decir a mí misma con la voz entrecortada.
Duele. Duele más que cualquier
otra cosa. Me duele el simple hecho de empezar a caminar y alejarme del hueco
de las escaleras donde Toby está. De esas puertas de hierro tras las cuales
está, con sus manos aferradas al hierro. Noto como me observa alejarme. Sigo
llorando, es algo que no puedo evitar dada la situación, porque a cada paso que
doy, a cada paso que me alejo de él y lo dejó a su suerte, siento que el
corazón me pesa más y más. Es descorazonador… y no sé cómo describir cómo me
siento en estos momentos.
Llego al final del pasillo y noto
que el nivel del agua empieza a disminuir y me cubre menos parte del cuerpo.
Otras escaleras. Echo un vistazo hacia arriba y suspiro aliviada al ver que
allí no hay ninguna puerta como la que acabo de pasar, como la que ha atrapado
a mi mejor amigo. No puedo evitar mirar hacia el punto donde debería estar
Toby. Un sollozo escapa de mi garganta cuando no distingo sus manos aferradas a
la reja. ¿Qué esperabas Valerie? ¿Qué fuera inmortal?
Es entonces cuando por primera
vez en toda la noche todo el miedo, la impotencia y el sufrimiento salen de mi
interior. Tengo una necesidad imperiosa de tener a Asier junto a mí, de sentir
su calor, su presencia y oírle decir que todo va a salir bien, porque está
ocurriendo precisamente todo lo contrario. Un grito desgarrador sale de mi
garganta, algo que nunca hubiese imaginado, siento como me desgarra por dentro
y como saca todo lo que siento en esos momentos. Es un grito acompañado de
lágrimas, del llanto señal de la desesperación que estoy sintiendo.
Mi mejor amigo ha muerto y a la
persona que amo la he perdido hace largo rato. Estoy completamente sola en un
barco que se hunde y puede que yo también muera aquí abajo. ¿De qué otra manera
podría sentirme? Pero recuerdo lo que me ha dicho Toby y aunque mi cuerpo no quiera,
aunque este vacía por dentro, sé que tengo que seguir adelante. Me doy la
vuelta sobre mí misma y con pasos torpes y temblorosos pero con decisión
empiezo a subir los escalones.
No tardo demasiado en llegar al
siguiente nivel, la siguiente cubierta. Echo un vistazo por encima de mis
hombros y compruebo que el agua ya ha alcanzado el segundo escalón de las
escaleras que acabo de subir a trompicones. Él
ya no está y mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas. Nada en la vida te
prepara para una experiencia como la que estoy viviendo yo ahora mismo, perdida
en un barco que se ha convertido en un laberinto, en una cárcel, en un corredor
de la muerte.
Siento el peso sobre mis hombros.
La pérdida. Mis piernas empiezan a temblar sin control alguno y noto como me
vengo abajo. Mis rodillas chocan contra la moqueta del suelo al igual que las
palmas de mis manos. Tengo un nudo en el estómago y la garganta me arde. Los
sollozos y el llanto que me embarga están empezando a asfixiarme, soy incapaz
de inspirar suficiente aire para que llene mis pulmones. Sé perfectamente que
tengo que levantarme, que tengo que seguir porque el agua va a seguir subiendo,
pero todos los músculos de mi cuerpo flaquean y no parecen querer responder a
las órdenes de mi cerebro. Órdenes débiles debido a mi estado emocional.
Tengo la sensación de que lo he
perdido todo. ¿Queda algo por lo que luchar? Porque incluso Asier puede estar
muerto. El pensamiento cruza mi mente y me golpea en el pecho con tanta fuerza
que todas mis emociones se ven intensificadas, al igual que los temblores que
han invadido mi cuerpo y las lágrimas que hace mucho que ya no me molesto en
refrenar.
- ¿Val? ¿Valerie? – Sería capaz
de reconocer esa voz en cualquier parte del mundo, de cualquiera de las
maneras, pero mi mente me dice que es sólo fruto de mis deseos más profundos.
Incluso cuando oigo los pasos acelerados que se aproximan hasta donde estoy yo,
me sigo diciendo que sólo son imaginaciones mías. Es notar sus manos levantando
mi rostro e inmediatamente después sus brazos rodeándome la espalda y
atrayéndome hasta él lo que me hace consciente de lo real que es. Me dejo
abrazar como una muñeca de trapo rota y es que realmente, me siento
horriblemente rota por dentro. – Pensaba que no te iba a volver a encontrar… -
El acento francés en su voz me hace sonreír brevemente entre las lágrimas que
siguen saliendo de mis orbes marrones. Su olor, ese olor que conozco tan bien me
embarga por completo y mis brazos que parecían muertos reaccionan y le abrazan
de vuelta, con fuerza. Una fuerza que pensaba que ya no poseía. Noto sus manos
ir hasta mi rostro otra vez para levantarlo y como pasa las yemas de sus dedos
por sus mejillas quitando las lágrimas. Estoy segura de que debo tener un
aspecto horrible, pero eso no parece importarle cuando me besa en los labios. –
Ma chérie… - Oigo que susurra sin
alejarse demasiado de mí rostro, de modo que noto su aliento contra mis
mejillas.
- Te amo. – Me ha salido de una
manera espontánea, de la misma manera que a Toby le salió hace un rato decirme
lo que sentía por mí. Del mismo modo que mi difunto amigo, siento que tengo que
decirlo porque puede ser una de las últimas veces que pueda expresar lo que
siento. No necesito que me responda de vuelta, soy capaz de ver la respuesta en
sus ojos azules y la fuerza con la que me vuelve a abrazar antes de
incorporarse ligeramente.
- Tenemos que salir de aquí Val. –
Sí, hay que salir de esta ratonera, pero mi cuerpo parece estar demasiado agotado.
La muerte de Toby sigue manteniéndome en un ligero estado de shock y no me
permite reaccionar con la rapidez con la que quisiera. – Te tengo que sacar de
aquí. – Le oigo rectificar y siento como uno de sus brazos me rodea la espalda
y con la otra me coge por debajo de las piernas. Como tantas otras veces, como
la primera vez que nos conocimos, como esa primera noche en el comedor donde me
desmayé. Como otras tantas veces…