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martes, 25 de diciembre de 2012

The day we met


Esta entrada se la dedico a Aira,
Por ser nuestra fan número 1
Por ser un amor de persona
Y porque hoy creo que necesita algo así más que nunca 

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Suspiro de alivio en el momento en que mis pies tocan el suelo de la cubierta. No me ha hecho ninguna gracia tener que pasar por esa ridícula comprobación de si tenía piojos en mi cuero cabelludo. ¿Yo? ¿Acaso no…? Bueno, mejor no empiezo a pensar como una señorita de alta clase, pero es obvio que incluso entre los más pobres hay diferentes escalones y yo no estoy precisamente en el más bajo. Es algo que se puede ver a simple vista, pero…, sí, empiezo a pensar que eso a ellos ni les importa. De todos modos de la misma manera que yo he sido una mandada durante años, aquellos que me han pedido el favor, pues… simplemente seguían órdenes.

Me quedo unos segundos parada allí, quizá intentando internamente asimilar de alguna manera que estoy ya ahí, dentro y que desde luego a no ser que salga corriendo por la escalinata de tercera clase de vuelta a tierra firma no hay marcha atrás. Respiro hondo y me armo de valor. “Valerie, tú puedes. Has llegado hasta aquí, solo es… otro pasito más.” Me digo a mí misma y empiezo a andar. Aquello es como un laberinto desde luego o eso pienso yo de forma casi automática por lo que decido seguir a la muchedumbre y para mi nuevo alivio me encuentro casi enseguida con los pasillos de tercera clase. Una sonrisa nerviosa aparece en mi rostro. En realidad dudo poder dejar de estar nerviosa en todo lo que dure esa travesía. No, creo que hasta que no vuelva a ver una cara familiar, la de mi padre en este caso, una vez desembarque en Nueva York ese cierto nerviosismo no va a desaparecer de mi cuerpo.

Los empujones se suceden por todos lados, gente gritando en diferentes idiomas, pero sobretodo pidiendo disculpas para poder pasar. Lejos de irritarme toda esa algarabía, me infunde vigor, pues la gente aunque es extraña para mí, es alegre. Por primera vez en mi vida estoy rodeada de personas que comparten mi sueño de comenzar desde cero en América, aunque en mi caso gracias a mi padre quizá sea de veinte… un poco más.

Para cuando llego a mi camarote no puedo hacer otra cosa que sentirme impresionada. Los camarotes de tercera son clase son definitivamente mejor de lo que hubiese creído, aunque seguramente no serán ni mecho menos, tan lujos como los de primera. Los suelos son de una madera blanca lustrosa y las paredes están recién pintadas de blanco. Si me concentro lo suficiente incluso puedo notar  el suave olor a recién pintado, algo que extrañamente me vuelve a hacer sonreír. Los accesorios metálicos del camarote relucen y un cartel informa de que el té incluirá sopa de verduras, carne, pan queso y un dulce. Para mí, no vamos a engañarnos es un auténtico festín y estoy segura de que esta noche no voy a sentir esa familiar punzada de hambre en el estómago. Las literas por su parte son de hierro colado blanco y descansan a ambos lados del camarote. Por el momento soy la primera pasajera del camarote en cuestión en llegar y decido dejar su maleta sobre una de las literas inferiores, completamente segura de que en la de abajo el vaivén del barco es menor.

Invadida por la curiosidad decido salir del camarote, un lugar donde tengo que admitir que me he sentido a salvo durante los minutos que he estado dentro de la avalancha de gente que hay afuera en los pasillos buscando su camarote. En cuanto abro la puerta del mío las voces de las personas que van de aquí para allí vuelven a llenar el ambiente e inundar mis oídos mientras me abro paso murmurando disculpas.

- C'est fini Alice! C'EST FINI, J'AI DIT! ALICE!... Agg, ¡esta niña me saca de quicio! – Consigo oír a lo lejos. Posiblemente me ha llamado ligeramente la atención porque durante los últimos años gracias a Cloe he aprendido alguna que otra palabra en francés y ese acento tan marcado es inconfundible. - Excusez-moi, pardon, excusez... – Disculpándose como todo el  mundo, hecho que hace que esboce una sonrisa. - Arrête, Alice! Alice je te préviens!  - Es lo último que oigo decir a esa voz justo en el momento en que noto que algo se cuela entre mis piernas pasando incluso por debajo de mi espalda dando la sensación de que huye de algo. Me vuelvo unos segundos viendo una cabellera castaña igual que la mía antes de volver a mirar al frente. ¿Por qué voy a darle importancia a eso cuando la gente ahí no deja de empujarse y de pasar como pueda? Lo que no me espero al volver de nuevo la mirada es encontrarme a escasos centímetros del rostro de un muchacho. Casi al instante noto como sube el rubor a mis mejillas tiñéndolas de un color carmesí y no puedo evitar bajar la mirada unos segundos respirando hondo. - …Um… Pardon... Esto, disculpas, no era mi intención, mi... mi hermana es muy revoltosa – Me dice claramente a mí pues no hay nadie más. Incluso noto como se aleja ligeramente de mí.

Es con absoluta seguridad una de las pocas veces que estoy tan cerca de una persona del sexo opuesto. Ni tan siquiera con los del servicio he intimidados realmente, aunque mi mejor amigo sea uno de ellos, siempre hemos mantenido las distancias dentro de la mansión para no dar que pensar a los señores y que nos cayera algún tipo de castigo o remedio disciplinario. A veces nos ponían medidas por cosas tan absurdas que he llegado a pensar que lo hacían porque se aburrían o algo.

Niego con la cabeza al tiempo que levanto la mirada nuevamente hacia él después de haber contado hasta tres y lo primero que me encuentro son otras veces esos ojos azules que me han mirado hace unos minutos y consiguen que un cosquilleo extraño me invada…, como si de alguna manera me estuviesen traspasando, algo que nunca antes me ha pasado…, pero… ¿solo son unos ojos azules, no?

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