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lunes, 31 de diciembre de 2012

The day we met part II


- ¿Qué te he estado diciendo, eh? ¿Es que no tienes respeto ni por tu hermano? Te voy a castigar, harás que tenga ganas de tirar ese maldito libro que tanto aprecias por la borda, un buen bofetón mereces que te... – Me sorprende bastante que le hable así a la pequeña y me sorprende aún más que de repente parezca notar nuevamente mi presencia, irguiéndose y girándose hacia mí. Casi juraría que mi presencia es lo que ha salvado a la niña de que haga de sus palabras una realidad. - Disculpe... ¿Le ha hecho alguna cosa esta niña? Espero no la haya molestado...

Niego con la cabeza e incluso noto el movimiento de la trenza que me he hecho en el pelo aquella mañana como si fuera un péndulo de un reloj moverse de un lado a otro en mi espalda. – No se preocupe. – Le respondo y no puedo evitar volver mis ojos marrones a la pequeña que se ha colado por debajo de mi falda. ¿Su hermana? Sonrío recordando a la mía y a mí sobrino con cierta nostalgia. Levanto la mirada hacía el chico nuevamente encontrándome otra vez con sus ojos azules. – No, no me ha hecho nada. Además… es normal que a esta edad sea revoltosa. Sobre todo estando en un barco que llega a ser aburrido sin poder salir de unos límites preestablecidos. – Por supuesto eso no es algo a lo que nos limite solamente el barco en sí, el hecho de ser pasajeros de tercera clase también lo impide, aunque ese dato es algo que va implícito en mis palabras.

- Demasiado revoltosa – Apostilla él e incluso noto que lo hace con cierto retintineo en la voz y mirando de reojo a su hermana aunque casi de inmediato vuelve a alzar la mirada hacía mí que sostengo durante unos segundos pues tengo que apartarme un poco para dejar pasar a una familia con hijos antes de volver a centrar mi atención en ellos. No puedo evitar sonreír con una naturalidad que sale de dentro de mi cuando mis ojos se vuelven a poner nuevamente en la pequeña a la que su hermano aún mantiene cerca como si tuviera verdadero miedo a que se fuera a escapar corriendo.

- En realidad, llegué a la conclusión de que a todos los padres y hermanos les parecen revoltosos los pequeños a su cargo – Comento y no es mi intención en ningún momento ofenderle o hacerle sentir mal. Realmente no sé cómo es el chico que tengo frente a mí ni que cosas le pueden sentar mal viniendo de una completa extraña a la que acaba de conocer por el simple hecho de que sí, nos hemos chocado de una forma bastante fortuita. Es entonces cuando extiendo uno de mis brazos tendiéndole la mano. Es algo que me han enseñado mis padres: comportarme como una señorita, con modales y que el hecho de ser de tercera clase y viajar en tercera no va a hacer que cambie esto. – Valerie. – Noto que mis mejillas vuelven a tirar y me puedo hacer a la idea de que una pequeña sonrisa a aflorado en mis labios.

- Emmm… - En mis ojos debe de haberse dibujado alguna especie de curiosidad ante ese comportamiento vacilante del muchacho pero al final parece decidirse a estrecharme la mano y presentarse – Pierre. – Esbozo una de aquellas sonrisas cordiales, de esas sociales que tienes que mostrar de vez en cuando ante las demás personas por el simple hecho de ser educada y no una persona barriobajera, cosa que según lady Rachel era algo muy común entre la gente de nuestra clase, entre aquellos que podemos permitirnos poco o nada. En ese tipo de situaciones siempre he sentido como me bulle la sangre de rabia bajo la piel y siempre he tenido que controlarme a mí misma, porque he sido perfectamente consciente de que estallar en rabia y decir lo que pensaba me podría haber costado el trabajo y conseguir uno nuevo en la zona. Suerte que me he alejado de todo ello.

Me quedo observándole unos segundos. No sé muy bien como clasificarlo en mi mente. Es obvio que de haber recibido la educación necesaria para codearse de la forma correcta con la gente de alta sociedad, se habría contenido a la hora de hablarle de aquella manera a su hermana pequeña momentos antes y habría sacado el tema más adelante en la intimidad. Hasta yo que soy impulsiva me controlo. Hablando de la pequeña… Me agaché hasta quedar a su altura - ¿Tú cómo te llamas preciosa? – Pregunto sin esperarme en absoluto lo que va a pasar a continuación.

- ¡Alice! – Me responde bastante animada mientras clava sus oscuros ojos en mí. - ¡Usted es muy guapa! ¡Me recuerda a la Reina Blanca! – Le sonrío con afabilidad y no soy capaz de contenerme una pequeña carcajada cuando la he oído mencionar a ese personaje de Lewis Carroll.

- ¡Vaya! ¿Te gusta Alicia en el País de las Maravillas? – En absoluto es algo que me haya molestado, es más me gusta ver que en cierto modo los niños gozan de esa imaginación e inocencia que yo perdí quizá demasiado rápido y que espero que personitas como Alice puedan mantener unos años más que yo. Ponerte a trabajar te quita todo eso de un plumazo.

- Disculpa su insolencia, está obsesionada con un libro y cree que todos los personajes que hay en él existen en realidad...

- ¡No estoy obsesionada! ¡Es verdad!

- No hay problema, en serio. Es bueno que tenga esa imaginación. – Le vuelvo a sonreír a la pequeña aunque en ningún momento hago amago de acercarme a ella o tocarla.

- ¿Por qué no te vas a dar un paseo por cubierta, anda? Aprovecha que “estoy de buenas” – Noto que el joven me mira de soslayo mientras alienta a su hermana de que se vaya a dar una vuelta por cubierta empujándola incluso sutilmente con la mano – Y soy yo quien te da el permiso. Pero no me entere yo que hablas con desconocidos. No puedo evitar seguir con mis ojos castaños la ruta de la pequeña antes de que desaparezca al dar la vuelta a una de las esquinas, haciendo que mi atención vuelva a centrarse en Pierre.

- No sé hasta qué punto será bueno tener tanta imaginación. Quizás para ella sea lo mejor, pero para quienes tenernos que aguantarla… En muchas ocasiones me arrepiento de haberle leído ese maldito libro tantas veces cuando me lo pidió. – Se lleva las manos a los bolsillos y yo no puedo reprimir una nueva sonrisa por sus palabras.

- No debería ser nada malo. A veces los niños usan esa imaginación para protegerse y de alguna manera mantiene su inocencia, piénsalo de esa manera – Le respondo a sus argumentos. Realmente pienso así porque esa inocencia que rodea a aquella niña la hubiese deseado para mí al menos por unos cuantos años más de los que la tuve.

- Me gustaría que su infancia durara lo más posible, haré todo cuanto esté en mis manos para que así sea, sólo espero que no se enfrasque en exceso en su mundo, pues luego abrir los ojos podría costarle muy caro. Desgraciadamente en poco se parece la vida real a los cuentos. – Melancolía es lo que puedo apreciar en su voz y me pregunto si es por le pasó como a mí misma y su infancia e inocencia pasaron demasiado rápido.

- Tendrá suerte de tener una infancia duradera. Yo crecí demasiado deprisa, por supuesto a la gente de nuestra clase social le suele pasar eso. Supongo que es normal. – Me encojo de hombros. Yo tuve que madurar demasiado deprisa, con trece años ya me estaban preparando mentalmente para trabajar y a los catorce me había unido al servicio de los Whitakker. Prefiero mil veces que la pequeña mantenga su inocencia… no es justo perder ese tipo de cosas demasiado pronto.

- Deduzco que es francés… - El acento, el nombre… demasiadas pistas.

- Deduce bien - ¡Bingo! Una nueva sonrisa vuelve a dibujarse en mi rostro ante aquella adivinanza, pero… ¿cómo no voy a deducirlo con aquel acento tan marcado que posee? – Adivino que usted, en cambio es inglesa… O al menos tiene un muy buen acento. Sonrío de medio lado al escuchar esas palabras al tiempo que asiento.

- Sí, soy de Inglaterra. Supongo que su lengua materna y la que normalmente hablan es el francés, ¿no? Siempre he oído que es un idioma precioso. – No miento, era lo que siempre he oído en los pasillos de la casa de los Whitakker, incluso mi ama me enseñó algunas palabras cuando me ascendieron y me encargaba solamente de ella, en teoría, claro. Siempre haces más trabajos de los que te corresponden.

- Eso dicen, aunque no puedo opinar mucho desde mi punto de vista, es sólo mi forma de comunicarme. Al parecer hasta en eso pueden hacer diferencias – Y no se me escapa la sonrisa irónica en su rostro ni su significado oculto. Sí, es el lenguaje es una forma de comunicarse, la herramienta principal para ello, lo malo es no compartir registro con la otra persona, aunque bueno, en tal caso siempre se puede llegar a la comunicación de alguna manera. El ser humano es así de avispado e inteligente para lo que quiere.

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