- ¿Qué te he estado diciendo, eh? ¿Es que no tienes
respeto ni por tu hermano? Te voy a castigar, harás que tenga ganas de tirar
ese maldito libro que tanto aprecias por la borda, un buen bofetón mereces que
te... – Me sorprende bastante que le hable así a la pequeña y me sorprende aún
más que de repente parezca notar nuevamente mi presencia, irguiéndose y
girándose hacia mí. Casi juraría que mi presencia es lo que ha salvado a la
niña de que haga de sus palabras una realidad. - Disculpe... ¿Le ha hecho
alguna cosa esta niña? Espero no la haya molestado...
Niego con la cabeza e incluso noto el movimiento de la
trenza que me he hecho en el pelo aquella mañana como si fuera un péndulo de un
reloj moverse de un lado a otro en mi espalda. – No se preocupe. – Le respondo
y no puedo evitar volver mis ojos marrones a la pequeña que se ha colado por
debajo de mi falda. ¿Su hermana? Sonrío recordando a la mía y a mí sobrino con
cierta nostalgia. Levanto la mirada hacía el chico nuevamente encontrándome
otra vez con sus ojos azules. – No, no me ha hecho nada. Además… es normal que
a esta edad sea revoltosa. Sobre todo estando en un barco que llega a ser
aburrido sin poder salir de unos límites preestablecidos. – Por supuesto eso no
es algo a lo que nos limite solamente el barco en sí, el hecho de ser pasajeros
de tercera clase también lo impide, aunque ese dato es algo que va implícito en
mis palabras.
- Demasiado revoltosa – Apostilla él e incluso noto que
lo hace con cierto retintineo en la voz y mirando de reojo a su hermana aunque
casi de inmediato vuelve a alzar la mirada hacía mí que sostengo durante unos
segundos pues tengo que apartarme un poco para dejar pasar a una familia con
hijos antes de volver a centrar mi atención en ellos. No puedo evitar sonreír
con una naturalidad que sale de dentro de mi cuando mis ojos se vuelven a poner
nuevamente en la pequeña a la que su hermano aún mantiene cerca como si tuviera
verdadero miedo a que se fuera a escapar corriendo.
- En realidad, llegué a la conclusión de que a todos los
padres y hermanos les parecen revoltosos los pequeños a su cargo – Comento y no
es mi intención en ningún momento ofenderle o hacerle sentir mal. Realmente no
sé cómo es el chico que tengo frente a mí ni que cosas le pueden sentar mal
viniendo de una completa extraña a la que acaba de conocer por el simple hecho
de que sí, nos hemos chocado de una forma bastante fortuita. Es entonces cuando
extiendo uno de mis brazos tendiéndole la mano. Es algo que me han enseñado mis
padres: comportarme como una señorita, con modales y que el hecho de ser de
tercera clase y viajar en tercera no va a hacer que cambie esto. – Valerie. –
Noto que mis mejillas vuelven a tirar y me puedo hacer a la idea de que una
pequeña sonrisa a aflorado en mis labios.
- Emmm… - En mis ojos debe de haberse dibujado alguna
especie de curiosidad ante ese comportamiento vacilante del muchacho pero al
final parece decidirse a estrecharme la mano y presentarse – Pierre. – Esbozo una
de aquellas sonrisas cordiales, de esas sociales que tienes que mostrar de vez
en cuando ante las demás personas por el simple hecho de ser educada y no una
persona barriobajera, cosa que según lady Rachel era algo muy común entre la
gente de nuestra clase, entre aquellos que podemos permitirnos poco o nada. En
ese tipo de situaciones siempre he sentido como me bulle la sangre de rabia
bajo la piel y siempre he tenido que controlarme a mí misma, porque he sido
perfectamente consciente de que estallar en rabia y decir lo que pensaba me
podría haber costado el trabajo y conseguir uno nuevo en la zona. Suerte que me
he alejado de todo ello.
Me quedo observándole unos segundos. No sé muy bien como
clasificarlo en mi mente. Es obvio que de haber recibido la educación necesaria
para codearse de la forma correcta con la gente de alta sociedad, se habría
contenido a la hora de hablarle de aquella manera a su hermana pequeña momentos
antes y habría sacado el tema más adelante en la intimidad. Hasta yo que soy
impulsiva me controlo. Hablando de la pequeña… Me agaché hasta quedar a su
altura - ¿Tú cómo te llamas preciosa? – Pregunto sin esperarme en absoluto lo
que va a pasar a continuación.
- ¡Alice! – Me responde bastante animada mientras clava
sus oscuros ojos en mí. - ¡Usted es muy guapa! ¡Me recuerda a la Reina Blanca! –
Le sonrío con afabilidad y no soy capaz de contenerme una pequeña carcajada
cuando la he oído mencionar a ese personaje de Lewis Carroll.
- ¡Vaya! ¿Te gusta Alicia en el País de las Maravillas? –
En absoluto es algo que me haya molestado, es más me gusta ver que en cierto
modo los niños gozan de esa imaginación e inocencia que yo perdí quizá
demasiado rápido y que espero que personitas como Alice puedan mantener unos
años más que yo. Ponerte a trabajar te quita todo eso de un plumazo.
- Disculpa su insolencia, está obsesionada con un libro y
cree que todos los personajes que hay en él existen en realidad...
- ¡No estoy obsesionada! ¡Es verdad!
- No hay problema, en serio. Es bueno que tenga esa
imaginación. – Le vuelvo a sonreír a la pequeña aunque en ningún momento hago
amago de acercarme a ella o tocarla.
- ¿Por qué no te vas a dar un paseo por cubierta, anda?
Aprovecha que “estoy de buenas” – Noto que el joven me mira de soslayo mientras
alienta a su hermana de que se vaya a dar una vuelta por cubierta empujándola
incluso sutilmente con la mano – Y soy yo quien te da el permiso. Pero no me
entere yo que hablas con desconocidos. No puedo evitar seguir con mis ojos
castaños la ruta de la pequeña antes de que desaparezca al dar la vuelta a una
de las esquinas, haciendo que mi atención vuelva a centrarse en Pierre.
- No sé hasta qué punto será bueno tener tanta
imaginación. Quizás para ella sea lo mejor, pero para quienes tenernos que
aguantarla… En muchas ocasiones me arrepiento de haberle leído ese maldito
libro tantas veces cuando me lo pidió. – Se lleva las manos a los bolsillos y
yo no puedo reprimir una nueva sonrisa por sus palabras.
- No debería ser nada malo. A veces los niños usan esa
imaginación para protegerse y de alguna manera mantiene su inocencia, piénsalo
de esa manera – Le respondo a sus argumentos. Realmente pienso así porque esa
inocencia que rodea a aquella niña la hubiese deseado para mí al menos por unos
cuantos años más de los que la tuve.
- Me gustaría que su infancia durara lo más posible, haré
todo cuanto esté en mis manos para que así sea, sólo espero que no se enfrasque
en exceso en su mundo, pues luego abrir los ojos podría costarle muy caro.
Desgraciadamente en poco se parece la vida real a los cuentos. – Melancolía es
lo que puedo apreciar en su voz y me pregunto si es por le pasó como a mí misma
y su infancia e inocencia pasaron demasiado rápido.
- Tendrá suerte de tener una infancia duradera. Yo crecí
demasiado deprisa, por supuesto a la gente de nuestra clase social le suele
pasar eso. Supongo que es normal. – Me encojo de hombros. Yo tuve que madurar
demasiado deprisa, con trece años ya me estaban preparando mentalmente para
trabajar y a los catorce me había unido al servicio de los Whitakker. Prefiero
mil veces que la pequeña mantenga su inocencia… no es justo perder ese tipo de
cosas demasiado pronto.
- Deduzco que es francés… - El acento, el nombre…
demasiadas pistas.
- Deduce bien - ¡Bingo! Una nueva sonrisa vuelve a
dibujarse en mi rostro ante aquella adivinanza, pero… ¿cómo no voy a deducirlo
con aquel acento tan marcado que posee? – Adivino que usted, en cambio es
inglesa… O al menos tiene un muy buen acento. Sonrío de medio lado al escuchar
esas palabras al tiempo que asiento.
- Sí, soy de Inglaterra. Supongo que su lengua materna y
la que normalmente hablan es el francés, ¿no? Siempre he oído que es un idioma
precioso. – No miento, era lo que siempre he oído en los pasillos de la casa de
los Whitakker, incluso mi ama me enseñó algunas palabras cuando me ascendieron
y me encargaba solamente de ella, en teoría, claro. Siempre haces más trabajos
de los que te corresponden.
- Eso dicen, aunque no puedo opinar mucho desde mi punto
de vista, es sólo mi forma de comunicarme. Al parecer hasta en eso pueden hacer
diferencias – Y no se me escapa la sonrisa irónica en su rostro ni su
significado oculto. Sí, es el lenguaje es una forma de comunicarse, la
herramienta principal para ello, lo malo es no compartir registro con la otra
persona, aunque bueno, en tal caso siempre se puede llegar a la comunicación de
alguna manera. El ser humano es así de avispado e inteligente para lo que
quiere.