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lunes, 31 de diciembre de 2012

The day we met part II


- ¿Qué te he estado diciendo, eh? ¿Es que no tienes respeto ni por tu hermano? Te voy a castigar, harás que tenga ganas de tirar ese maldito libro que tanto aprecias por la borda, un buen bofetón mereces que te... – Me sorprende bastante que le hable así a la pequeña y me sorprende aún más que de repente parezca notar nuevamente mi presencia, irguiéndose y girándose hacia mí. Casi juraría que mi presencia es lo que ha salvado a la niña de que haga de sus palabras una realidad. - Disculpe... ¿Le ha hecho alguna cosa esta niña? Espero no la haya molestado...

Niego con la cabeza e incluso noto el movimiento de la trenza que me he hecho en el pelo aquella mañana como si fuera un péndulo de un reloj moverse de un lado a otro en mi espalda. – No se preocupe. – Le respondo y no puedo evitar volver mis ojos marrones a la pequeña que se ha colado por debajo de mi falda. ¿Su hermana? Sonrío recordando a la mía y a mí sobrino con cierta nostalgia. Levanto la mirada hacía el chico nuevamente encontrándome otra vez con sus ojos azules. – No, no me ha hecho nada. Además… es normal que a esta edad sea revoltosa. Sobre todo estando en un barco que llega a ser aburrido sin poder salir de unos límites preestablecidos. – Por supuesto eso no es algo a lo que nos limite solamente el barco en sí, el hecho de ser pasajeros de tercera clase también lo impide, aunque ese dato es algo que va implícito en mis palabras.

- Demasiado revoltosa – Apostilla él e incluso noto que lo hace con cierto retintineo en la voz y mirando de reojo a su hermana aunque casi de inmediato vuelve a alzar la mirada hacía mí que sostengo durante unos segundos pues tengo que apartarme un poco para dejar pasar a una familia con hijos antes de volver a centrar mi atención en ellos. No puedo evitar sonreír con una naturalidad que sale de dentro de mi cuando mis ojos se vuelven a poner nuevamente en la pequeña a la que su hermano aún mantiene cerca como si tuviera verdadero miedo a que se fuera a escapar corriendo.

- En realidad, llegué a la conclusión de que a todos los padres y hermanos les parecen revoltosos los pequeños a su cargo – Comento y no es mi intención en ningún momento ofenderle o hacerle sentir mal. Realmente no sé cómo es el chico que tengo frente a mí ni que cosas le pueden sentar mal viniendo de una completa extraña a la que acaba de conocer por el simple hecho de que sí, nos hemos chocado de una forma bastante fortuita. Es entonces cuando extiendo uno de mis brazos tendiéndole la mano. Es algo que me han enseñado mis padres: comportarme como una señorita, con modales y que el hecho de ser de tercera clase y viajar en tercera no va a hacer que cambie esto. – Valerie. – Noto que mis mejillas vuelven a tirar y me puedo hacer a la idea de que una pequeña sonrisa a aflorado en mis labios.

- Emmm… - En mis ojos debe de haberse dibujado alguna especie de curiosidad ante ese comportamiento vacilante del muchacho pero al final parece decidirse a estrecharme la mano y presentarse – Pierre. – Esbozo una de aquellas sonrisas cordiales, de esas sociales que tienes que mostrar de vez en cuando ante las demás personas por el simple hecho de ser educada y no una persona barriobajera, cosa que según lady Rachel era algo muy común entre la gente de nuestra clase, entre aquellos que podemos permitirnos poco o nada. En ese tipo de situaciones siempre he sentido como me bulle la sangre de rabia bajo la piel y siempre he tenido que controlarme a mí misma, porque he sido perfectamente consciente de que estallar en rabia y decir lo que pensaba me podría haber costado el trabajo y conseguir uno nuevo en la zona. Suerte que me he alejado de todo ello.

Me quedo observándole unos segundos. No sé muy bien como clasificarlo en mi mente. Es obvio que de haber recibido la educación necesaria para codearse de la forma correcta con la gente de alta sociedad, se habría contenido a la hora de hablarle de aquella manera a su hermana pequeña momentos antes y habría sacado el tema más adelante en la intimidad. Hasta yo que soy impulsiva me controlo. Hablando de la pequeña… Me agaché hasta quedar a su altura - ¿Tú cómo te llamas preciosa? – Pregunto sin esperarme en absoluto lo que va a pasar a continuación.

- ¡Alice! – Me responde bastante animada mientras clava sus oscuros ojos en mí. - ¡Usted es muy guapa! ¡Me recuerda a la Reina Blanca! – Le sonrío con afabilidad y no soy capaz de contenerme una pequeña carcajada cuando la he oído mencionar a ese personaje de Lewis Carroll.

- ¡Vaya! ¿Te gusta Alicia en el País de las Maravillas? – En absoluto es algo que me haya molestado, es más me gusta ver que en cierto modo los niños gozan de esa imaginación e inocencia que yo perdí quizá demasiado rápido y que espero que personitas como Alice puedan mantener unos años más que yo. Ponerte a trabajar te quita todo eso de un plumazo.

- Disculpa su insolencia, está obsesionada con un libro y cree que todos los personajes que hay en él existen en realidad...

- ¡No estoy obsesionada! ¡Es verdad!

- No hay problema, en serio. Es bueno que tenga esa imaginación. – Le vuelvo a sonreír a la pequeña aunque en ningún momento hago amago de acercarme a ella o tocarla.

- ¿Por qué no te vas a dar un paseo por cubierta, anda? Aprovecha que “estoy de buenas” – Noto que el joven me mira de soslayo mientras alienta a su hermana de que se vaya a dar una vuelta por cubierta empujándola incluso sutilmente con la mano – Y soy yo quien te da el permiso. Pero no me entere yo que hablas con desconocidos. No puedo evitar seguir con mis ojos castaños la ruta de la pequeña antes de que desaparezca al dar la vuelta a una de las esquinas, haciendo que mi atención vuelva a centrarse en Pierre.

- No sé hasta qué punto será bueno tener tanta imaginación. Quizás para ella sea lo mejor, pero para quienes tenernos que aguantarla… En muchas ocasiones me arrepiento de haberle leído ese maldito libro tantas veces cuando me lo pidió. – Se lleva las manos a los bolsillos y yo no puedo reprimir una nueva sonrisa por sus palabras.

- No debería ser nada malo. A veces los niños usan esa imaginación para protegerse y de alguna manera mantiene su inocencia, piénsalo de esa manera – Le respondo a sus argumentos. Realmente pienso así porque esa inocencia que rodea a aquella niña la hubiese deseado para mí al menos por unos cuantos años más de los que la tuve.

- Me gustaría que su infancia durara lo más posible, haré todo cuanto esté en mis manos para que así sea, sólo espero que no se enfrasque en exceso en su mundo, pues luego abrir los ojos podría costarle muy caro. Desgraciadamente en poco se parece la vida real a los cuentos. – Melancolía es lo que puedo apreciar en su voz y me pregunto si es por le pasó como a mí misma y su infancia e inocencia pasaron demasiado rápido.

- Tendrá suerte de tener una infancia duradera. Yo crecí demasiado deprisa, por supuesto a la gente de nuestra clase social le suele pasar eso. Supongo que es normal. – Me encojo de hombros. Yo tuve que madurar demasiado deprisa, con trece años ya me estaban preparando mentalmente para trabajar y a los catorce me había unido al servicio de los Whitakker. Prefiero mil veces que la pequeña mantenga su inocencia… no es justo perder ese tipo de cosas demasiado pronto.

- Deduzco que es francés… - El acento, el nombre… demasiadas pistas.

- Deduce bien - ¡Bingo! Una nueva sonrisa vuelve a dibujarse en mi rostro ante aquella adivinanza, pero… ¿cómo no voy a deducirlo con aquel acento tan marcado que posee? – Adivino que usted, en cambio es inglesa… O al menos tiene un muy buen acento. Sonrío de medio lado al escuchar esas palabras al tiempo que asiento.

- Sí, soy de Inglaterra. Supongo que su lengua materna y la que normalmente hablan es el francés, ¿no? Siempre he oído que es un idioma precioso. – No miento, era lo que siempre he oído en los pasillos de la casa de los Whitakker, incluso mi ama me enseñó algunas palabras cuando me ascendieron y me encargaba solamente de ella, en teoría, claro. Siempre haces más trabajos de los que te corresponden.

- Eso dicen, aunque no puedo opinar mucho desde mi punto de vista, es sólo mi forma de comunicarme. Al parecer hasta en eso pueden hacer diferencias – Y no se me escapa la sonrisa irónica en su rostro ni su significado oculto. Sí, es el lenguaje es una forma de comunicarse, la herramienta principal para ello, lo malo es no compartir registro con la otra persona, aunque bueno, en tal caso siempre se puede llegar a la comunicación de alguna manera. El ser humano es así de avispado e inteligente para lo que quiere.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Yesterday


Los suelos eran lustrosos, casi parecía que pudiéramos vernos reflejadas en ellos. Viré el rostro hacia Theresa que estaba justo a mí lado y pude ver en su rostro la misma sorpresa que posiblemente estuviese dibujada en la mía. - ¿Las hermanas Miller? – Preguntó una joven mujer que se acercó a nosotras. Mi hermana asintió y me dio un apretón en la mano que manteníamos entrelazadas con fuerza. – Puntuales. A la señora le gusta la puntualidad. – Enarqué una ceja con curiosidad mientras la observaba. Sus cabellos estaban ocultos bajo la cofia de color blanco de la que solo salían algún mechón de pelo rubio. El vestido que llevaba era negro de cuello alto, cuya falda le llegaba hasta los tobillos. Todo ello complementado con un delantal de color blanco. Así que así íbamos a vestir a nosotras… - Me llamo Mellanie. – Se presentó finalmente antes de hacernos un gesto con la mano para que entrásemos. – Os enseñaré un poco esto, es imposible aprenderse todos los lugares de memoria de entrada, así que no os preocupéis. Somos casi cincuenta personas en el servicio, tampoco hace falta que os aprendáis los nombres de todos ya, lo más importante primero es saber los nombres de los señores y las señoritas. – Nos guió por una enorme escalera cuya barandilla era de una lustrosa madera y los escalones juraría que de mármol hasta el piso superior. – También es importante que memoricéis enseguida como les gustan las cosas más cotidianas. El desayuno, el té, que les vistan, les peinen, cosas así… - ¿En serio? ¿Solo eso? Mi cabeza estaba a punto de estallar de la cantidad de información que me estaba metiendo aquella joven en la cabeza así de primeras. Miré a mi hermana de reojo y pude ver en su rostro el mismo estrés que me estaba invadiendo a mí cosa que casi hizo que suspirase de alivio, al menos no era la única que pensaba que iba a meter la pata de un momento a otro cuando me dejaran sola. - ¡Cuidado por dónde vas Toby! – Le espetó la mujer cuando vio al joven de caballos castaños pasar con una bandeja y bastante prisa.

- Lo siento, Mellie. Las prisas ya sabes… - Pareció notar nuestra presencia justo en ese momento y una sonrisa se dibujó en su rostro mientras nos miraba. - ¿Sois las hermanas Miller? – Preguntó directamente a nosotras. Yo siempre he sido la más impulsiva pero la timidez me ganaba la batalla en ese momento y permanecí callada aunque sin quitarle la mirada de encima. Tenía algo que hacía que quisieras saber más de él e incluso un halo a su alrededor que te decía que era una persona de confianza.

- Sí, son ellas. Les estoy enseñando un poco la casa. ¿Por qué no sigues con tus tareas? Pareces un pasmarote ahí… - Pronto averiguaríamos que Mellanie no era una simple sirviente. Era el ama de llaves de la casa, la mujer que controlaba a todos los trabajadores en aquella enorme casa a excepción del chófer que era cosa aparte.

- Sí, señora. – Noté cierto tono de broma en la voz del muchacho que hizo que Mellanie frunciera el ceño y le fulminara con aquellos ojos que poseía. Yo por mi parte tuve que llevarme una de las manos a la altura de la boca para disimular la sonrisa divertida que acababa de salir en mi rostro. Me miró unos segundos y sonrió divertido también además de guiñarme el ojo. No hacían falta palabras: lo había visto. Le seguí con la mirada durante unos segundos hasta que le perdí de vista al desaparecer tras una esquina. Mellanie entre tanto había vuelto a hablar pero se podría decir que yo había desconectado por completo y solo volví a conectar cuando noté que la mujer volvía a caminar.

- … En el ala norte de la casa. Por supuesto no contamos con los mismos lujos que ellos, pero no están mal. Tú compartirás habitación con tres muchachas y tú – En ese momento me miró directamente a mí – Con otras cinco doncellas. Si no os parece bien o nos caen bien os tendréis que aguantar. Nada de lloriqueos, nada de pucheros, aquí somos doncellas, estamos para servir, ayudar y hacer las tareas que nos pidan los señores, pero sin quejarnos, ni mostrar lo cansadas que estamos. – Paró en medio del pasillo, aunque no me hubiese dado cuenta nos estaba dirigiendo precisamente a la ala norte de la casa. Su mirada volvió a hacerme sentir pequeña en medio de aquel enorme pasillo. – La regla más importante es que aunque lo veamos y oigamos todo, de puertas afuera de la habitación donde ocurran las cosas seremos ciegas y sordas. Nada de chismorreos o cotilleos sobre los señores, sus familiares o sus amigos, ¿entendido? – Asentí. ¿Qué otra cosa podía hacer? Incluso bajé la mirada al suelo y la mantuve ahí el resto del camino hasta nuestras habitaciones. Primero la de mi hermana y luego la mía donde había una muchacha. Mellanie se despidió de mí cerrando la puerta tras de mí y dejándome con aquella muchacha pelirroja y pecosa.

- Me llamo Jill, bienvenida. – Una sonrisa cándida asomó en su rostro y casi de inmediato me relajé. Fue ella la que me mostró donde estaban mis uniformes y la que me ayudo a vestirme esa primera vez. Lo que no sabía yo por aquel entonces es que se iba a convertir también en una gran amiga.

sábado, 29 de diciembre de 2012

7 de abril de 1912


- ¿Estás lista? – Su voz llega hasta mí haciendo que levante el rostro. Una media sonrisa asoma en el haciendo que mis labios se curven ligeramente hacia arriba. Sus ojos marrones examinan mi rostro con tal intensidad que una risa nerviosa escapa de entre mis labios.

- ¡No me mires así! – Espeto entornando ligeramente los ojos antes de echarme a reír haciendo que él también termine por reírse a carcajada limpia. – Shhh…. Que nos oirá la señora – Susurro en voz baja y casi al instante deja de reír, aunque se le nota en la cara que le está costando contenerse. Voy a echar de menos estos momentos aunque en los últimos cuatro años hayan sido más bien escasos. – Te voy a echar de menos… - Le digo aún en susurros tomando una de sus manos entre una mía.

Toby se ha convertido en mi mejor amigo a lo largo de estos cuatro años. Llegué a la mansión Whitakker con mi hermana Theresa cuando tenía catorce años y ella dieciséis. Habíamos tenido que empezar a trabajar para ayudar a nuestros padres económicamente y para poder independizarnos en un futuro, sobretodo después de que nuestra madre quedara incapacitada para el trabajo que había hecho toda su vida tras un accidente. Aún así no era tan extraño que las jóvenes de nuestro estatus social comenzáramos a trabajar a temprano edad. En nuestro caso en particular, siempre tuvimos algo de comida que llevarnos a la boca y nunca nos falto nada, pero con la invalidez de mi madre y el hecho de que algún día tendríamos que valernos con nuestro propio sustento, muy a su pesar nuestros padres tuvieron que mandarnos a trabajar. En un principio solo habían querido mandar a Tess, pero al final debido a la situación en casa yo también había tenido que partir a trabajar.

¿Qué si recuerdo la primera vez que me vi frente a aquella intimidante casa? Sí, perfectamente. Me sentí pequeña y mi hermana envolvió la mano que tenía más cerca suya con una propia haciendo que me sintiera protegida y un poco más fuerte. Sentí que con ella al lado podría cruzar aquellas enormes puertas de roble y enfrentarme a lo que fuese que hubiese dentro. Ahora en cambio, mis ojos se posan sobre esas mismas puertas y esas mismas altas paredes que me intimidaron años atrás y lo único que siento es que me quito un peso de encima sabiendo que jamás voy a volver. No espero que lady Rachel venga a despedirse de mí, no, eso sería arrastrarse demasiado para una plebeya como yo y definitivamente no es algo que vaya con ella.

La que sí que aparece por la puerta es Cloe que ayer por la noche me regaló uno de sus vestidos que su madre había decidido tirar. Según sus propias palabras “prefiero que lo tenga alguien que le vaya a sacar provecho a tirarlo a la basura”.  Se acerca hasta mí con una cándida sonrisa antes de brindarme un abrazo que me reconforta, puede que sea una persona de alta clase social pero eso no la hace menos humana desde luego. Siento a Toby observarme, es el que me va acompañarme una parte del camino y antes de que me dé cuenta ha cogido la única maleta que sostengo con una de mis manos. Soy una chica con pocas posesiones, aunque entre ellas están las más importantes desde luego: ropa, un collar regalo de mi hermana a la que dejo aquí en Inglaterra, unos pendientes de perla pertenecientes a mi madre y un libro que me regalo Christopher.

Christopher, aparece justo en este momento por la puerta con una leve sonrisa en el rostro. Noto que tiembla incluso desde la distancia donde estoy y pongo la mano en el fuego que es la persona a la que más le duele mi partida. Sus pupilas tiemblan cuando se encuentran con las mías y soy capaz de percibir la vacilación en su cuerpo antes de acercarse hasta mí y abrazarme contra él de forma que me llenó de su aroma, como aquella noche, como aquella única vez que estuvo tan cerca de mí. Sé perfectamente la reprimenda que le va a costar esto una vez me haya marchado, pero supongo que prefiere correr el riesgo a carcomerse el resto de su vida por no haberlo hecho. Le abrazo fuerte durante unos segundos y tengo incluso la sensación de que voy a echarme a llorar – Mi ángel de la guarda – Le susurró al oído esbozando una sonrisa totalmente invisible para él. Una sonrisa que solo Dios es capaz de ver en esos momentos. Y estoy segura de que él ha esbozado otra porque sabe perfectamente el significado de esas palabras, estoy segura porque siento como me abraza un poco más fuerte antes de aflojar la presión.

- Prométeme que me escribirás… - Me susurra antes de separarse de mí. – Quiero saber que estarás bien, Valerie. – Sé que es sincero, puedo verlo en sus ojos verdes que me miran y sentirlo en sus manos que me apartan unos cuantos mechones de la cara. Ya no soy su doncella, ya no soy una de sus criadas, ya no estoy a su servicio. Ahora soy simplemente aquella jovencita a la que una noche salvó y con la que estableció una relación especial. Nada más allá de lo platónico.

- Te lo prometo. – Le respondo con seguridad y en su rostro se dibuja una sonrisa. Una sonrisa llena de alivio y esperanza. ¿Cómo voy a pensar siquiera perder el contacto con alguien que me salvó? Evitó que pasara por un trauma horrible, evito que todo aquello no fueran más que lágrimas por el miedo pasado. Podría haber sido peor… nunca se saben cómo terminan ese tipo de situaciones. Sé perfectamente que podría estar muerta. Me vuelvo hacia Toby, puedo ver en sus ojos la curiosidad y sé que me va a interrogar durante el camino sobre lo que acaba de ver. Sí, se podría decir que nuestro secreto ha quedado al descubierto, porque ahora ya no nos puede hacer daño. Solo se puede mantener un secreto de forma eficaz si una de las partes está muerta y este desde luego no es el caso.

La última que vuelvo la vista los hermanos están tomados de la mano y agitan sus manos para despedirse de mí, puedo vislumbrar una sonrisa en sus rostros y del mismo modo tristeza… Son sentimientos totalmente contrapuestos pero que en este tipo de situaciones se complementan a la perfección. Tanto es así que… - ¿Se puede saber a qué ha venido eso? – Oigo decir a Toby a mi lado y no puedo evitar sonreír. Está claro de que habla y yo ya me he mentalizado para ello así que no me queda otra que contarle ese secreto que llevo tres años guardando dentro de mí.

martes, 25 de diciembre de 2012

The day we met


Esta entrada se la dedico a Aira,
Por ser nuestra fan número 1
Por ser un amor de persona
Y porque hoy creo que necesita algo así más que nunca 

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Suspiro de alivio en el momento en que mis pies tocan el suelo de la cubierta. No me ha hecho ninguna gracia tener que pasar por esa ridícula comprobación de si tenía piojos en mi cuero cabelludo. ¿Yo? ¿Acaso no…? Bueno, mejor no empiezo a pensar como una señorita de alta clase, pero es obvio que incluso entre los más pobres hay diferentes escalones y yo no estoy precisamente en el más bajo. Es algo que se puede ver a simple vista, pero…, sí, empiezo a pensar que eso a ellos ni les importa. De todos modos de la misma manera que yo he sido una mandada durante años, aquellos que me han pedido el favor, pues… simplemente seguían órdenes.

Me quedo unos segundos parada allí, quizá intentando internamente asimilar de alguna manera que estoy ya ahí, dentro y que desde luego a no ser que salga corriendo por la escalinata de tercera clase de vuelta a tierra firma no hay marcha atrás. Respiro hondo y me armo de valor. “Valerie, tú puedes. Has llegado hasta aquí, solo es… otro pasito más.” Me digo a mí misma y empiezo a andar. Aquello es como un laberinto desde luego o eso pienso yo de forma casi automática por lo que decido seguir a la muchedumbre y para mi nuevo alivio me encuentro casi enseguida con los pasillos de tercera clase. Una sonrisa nerviosa aparece en mi rostro. En realidad dudo poder dejar de estar nerviosa en todo lo que dure esa travesía. No, creo que hasta que no vuelva a ver una cara familiar, la de mi padre en este caso, una vez desembarque en Nueva York ese cierto nerviosismo no va a desaparecer de mi cuerpo.

Los empujones se suceden por todos lados, gente gritando en diferentes idiomas, pero sobretodo pidiendo disculpas para poder pasar. Lejos de irritarme toda esa algarabía, me infunde vigor, pues la gente aunque es extraña para mí, es alegre. Por primera vez en mi vida estoy rodeada de personas que comparten mi sueño de comenzar desde cero en América, aunque en mi caso gracias a mi padre quizá sea de veinte… un poco más.

Para cuando llego a mi camarote no puedo hacer otra cosa que sentirme impresionada. Los camarotes de tercera son clase son definitivamente mejor de lo que hubiese creído, aunque seguramente no serán ni mecho menos, tan lujos como los de primera. Los suelos son de una madera blanca lustrosa y las paredes están recién pintadas de blanco. Si me concentro lo suficiente incluso puedo notar  el suave olor a recién pintado, algo que extrañamente me vuelve a hacer sonreír. Los accesorios metálicos del camarote relucen y un cartel informa de que el té incluirá sopa de verduras, carne, pan queso y un dulce. Para mí, no vamos a engañarnos es un auténtico festín y estoy segura de que esta noche no voy a sentir esa familiar punzada de hambre en el estómago. Las literas por su parte son de hierro colado blanco y descansan a ambos lados del camarote. Por el momento soy la primera pasajera del camarote en cuestión en llegar y decido dejar su maleta sobre una de las literas inferiores, completamente segura de que en la de abajo el vaivén del barco es menor.

Invadida por la curiosidad decido salir del camarote, un lugar donde tengo que admitir que me he sentido a salvo durante los minutos que he estado dentro de la avalancha de gente que hay afuera en los pasillos buscando su camarote. En cuanto abro la puerta del mío las voces de las personas que van de aquí para allí vuelven a llenar el ambiente e inundar mis oídos mientras me abro paso murmurando disculpas.

- C'est fini Alice! C'EST FINI, J'AI DIT! ALICE!... Agg, ¡esta niña me saca de quicio! – Consigo oír a lo lejos. Posiblemente me ha llamado ligeramente la atención porque durante los últimos años gracias a Cloe he aprendido alguna que otra palabra en francés y ese acento tan marcado es inconfundible. - Excusez-moi, pardon, excusez... – Disculpándose como todo el  mundo, hecho que hace que esboce una sonrisa. - Arrête, Alice! Alice je te préviens!  - Es lo último que oigo decir a esa voz justo en el momento en que noto que algo se cuela entre mis piernas pasando incluso por debajo de mi espalda dando la sensación de que huye de algo. Me vuelvo unos segundos viendo una cabellera castaña igual que la mía antes de volver a mirar al frente. ¿Por qué voy a darle importancia a eso cuando la gente ahí no deja de empujarse y de pasar como pueda? Lo que no me espero al volver de nuevo la mirada es encontrarme a escasos centímetros del rostro de un muchacho. Casi al instante noto como sube el rubor a mis mejillas tiñéndolas de un color carmesí y no puedo evitar bajar la mirada unos segundos respirando hondo. - …Um… Pardon... Esto, disculpas, no era mi intención, mi... mi hermana es muy revoltosa – Me dice claramente a mí pues no hay nadie más. Incluso noto como se aleja ligeramente de mí.

Es con absoluta seguridad una de las pocas veces que estoy tan cerca de una persona del sexo opuesto. Ni tan siquiera con los del servicio he intimidados realmente, aunque mi mejor amigo sea uno de ellos, siempre hemos mantenido las distancias dentro de la mansión para no dar que pensar a los señores y que nos cayera algún tipo de castigo o remedio disciplinario. A veces nos ponían medidas por cosas tan absurdas que he llegado a pensar que lo hacían porque se aburrían o algo.

Niego con la cabeza al tiempo que levanto la mirada nuevamente hacia él después de haber contado hasta tres y lo primero que me encuentro son otras veces esos ojos azules que me han mirado hace unos minutos y consiguen que un cosquilleo extraño me invada…, como si de alguna manera me estuviesen traspasando, algo que nunca antes me ha pasado…, pero… ¿solo son unos ojos azules, no?

sábado, 21 de julio de 2012

At First Sight


Notaba la brisa marina azotar contra su cara y agitar sus rizos pelirrojos. Podía notar el frío del aire de aquella noche e incluso el olor a sal que desprendían las aguas a quien sabe cuántos pies de distancia de ella. Se atrevió a bajar la vista un segundo, el suficiente para ver el oscuro océano bajo sus pies, solo roto por el oleaje en forma de espuma que provocaba el barco en movimiento con ayuda de las hélices que estaban justo ahí abajo. Se agarró con más fuerza a la barandilla que quedaba justo detrás de ella. Notaba el hierro contra su espalda.

¿Qué cómo había llegado allí?

Si miraba hacia atrás en el tiempo y recordaba lo que había ocurrido antes de llegar a esa situación, podía recordarlo con una claridad que daba miedo. Notaba aún como se quedaba sin respiración durante unos segundos debido a los tirones que le daba Trudy para ponerle el corsé mientras ella se agarraba a una de las columnas de la cama de la suite. Sentía la seda acariciar su cuerpo cuando la ayudaba a ponerse aquel vestido rojo, cubierto de detalles negros que solo lo hacían más pesado. A veces hubiese deseado llevar menos lujos encima para sentirse más ágil, más libre, pero claro... Eso era un lujo que ella no podía permitirse, igual que no podía permitirse llevar el cabello pelirrojo simplemente suelto y cayendo sobre sus hombros. No, ella debía llevarlo alto, con aquel sofisticado recogido que no dejaba ver a su parecer, lo hermosos que podían llegar a ser sus rizos.

Se había dejado guiar hasta el comedor de primera clase donde les habían servido aquellas exquisitez en platos relucientes y la cubertería más cara de todo el barco, acompañado del vino perfecto en las copas perfectas. Se había movido de una forma autómata, como si no controlase su cuerpo y fuese él quien la controlaba a ella. Su mente estaba totalmente desconectada de lo que ocurría alrededor de ella. Su mirada perdida en el infinito y lo peor es que nadie parecía darse cuenta de aquella ausencia. De su ausencia. De la ausencia en sus ojos azules y de cómo aunque se llevaba el tenedor a la boca repetidas veces, masticaba, bebía, no disfrutaba de todo aquello como los demás. Las conversaciones llegaban a sus oídos como si se tratasen de algo muy lejano y en forma de eco.

Rose había visto pasar toda su vida ante ella, como si ya la hubiese vivido. Después de todo, ¿qué iba a cambiar? Se trataría de un continuo e incesante desfiles de fiestas, partidas de polos, cotillones, con siempre la misma gente a su alrededor y sus banales conversaciones. Nada iba a cambiar. Esa iba a ser su vida, la misma que había tenido durante sus diecinueve años. Sin esperanza alguna de que fuera a cambiar y pudiera alcanzar alguno de sus sueños. Esa ansiada libertad.

Empezó a sentir como si se encontrase al borde de un enorme precipicio. A punto de caer y no había nadie que la ayudase a no tener ese fatídico final, nadie a quien le importara lo más mínimo, nadie que se fijara en ella... Solo había que fijarse en cómo no habían notado en absoluto la ausencia que reinaba en todo su ser para darse cuenta de que solo era como un objeto más del cual presumir, otra pertenencia más. Y ella no deseaba ser eso, en absoluto.

No recordaba bien como había salido del comedor. Creía recordar que había dicho que necesitaba tomar el aire, se había disculpado ante los presentes y había salido a la cubierta dejando que el aire le diera contra el rostro. Fue entonces cuando pareció aclararse su mente y sin tan siquiera pararse a pensar en lo que hacía empezaba a correr hacia el final del barco. Corría y corría. Se chocaba contra la gente que caminaba por cubierta que se la quedaban mirando durante unos segundos extrañados, ofendidos, algunos incluso murmurando, pero sin importarles absolutamente nada, mientras ella seguía alejándose, cada vez más de aquellos que la asfixiaban. Del comedor de primera clase, de esos rostros, de sus palabras, de su vida.

Sentía como se ahogaba y de sus ojos empezaron a manar lágrimas que le dificultaban ligeramente la visión y aún así no dejó de correr. Ni siquiera los sollozos la hicieron parar. Ni el dolor de pies que le producían los tacones de correr por la cubierta. Ni siquiera el frío de la noche. Nada la iba a detener. Abrió las puertas de hierro que le impedían seguir, sin bajar el ritmo... Bajó escaleras. Corrió y corrió hasta que ante sus ojos azules apareció el final del barco. La bandera inglesa coronándolo. Se paró en seco y se permitió unos momentos para recuperar el aliento a pocos metros de la barandilla.

Se acercó con cautela, paso a paso hasta que estuvo a escasos centímetros. Primero posó una mano sobre la barandilla, cerrando la palma alrededor del hierro antes de hacer lo mismo con la otra mano y aferrarse con fuerza. Cerró los ojos unos segundos, respiro hondo y entonces se decidió. Posó un pie sobre la barra inferior, la más cercana a la cubierta del barco y repitió la operación con el otro. Se sujetó al mástil en cuyo final se agitaba la bandera y con la otra mano se agarró el vestido levantándolo ligeramente para poder pasar con más facilidad al otro lado. Primero una pierna y luego la otra.

Temblaba, pero no le dio importancia y cuando todo su cuerpo estuvo al otro lado se permitió echar un último vistazo al Titanic. Se mantenía aferrada con ambas manos a la barandilla. Sus ojos azules miraron durante unos segundos lo que podía ver desde allí del buque y por su cabeza pasaron las diferentes reacciones que podían tener aquellos a los que se suponía que ella les importaba cuando descubrieran que había hecho.

Bastaba de tonterías. Respiró hondo nuevamente y con todo el valor que fue capaz de reunir se dio la vuelta con cuidado quedando a merced del océano, con las manos sujetas a la barandilla y su cuerpo de cara al mar que se extendía ante ella. Sentía que aquella era la única solución, que una vez se soltará y fuese devorada por el mar, toda aquella opresión que sentía en el pecho, la sensación de asfixia y sus alas cortadas, sus esperanzas de un futuro que no existía desaparecían con ella para siempre.

jueves, 12 de julio de 2012

Rose Dewitt-Bukater

Este es el casting que hice para el personaje de Rose, de la película de 1997 Titanic, en un foro de RPG basado en el largometraje.

¡Y me la otorgaron!

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¿Libertad? Aunque todo el mundo pudiera pensar que una persona de su standing era libre, muchos se equivocaban. Rose sabía perfectamente que gozaba de la misma libertad, que los sirvientes y doncellas a los que su madre miraba como si fueran una mosca a la que había que aplastar. Solo eran algo que usar en su beneficio. Ni siquiera entendía realmente, como siendo hija de su madre ella podía ser tan diferente y tratarlos casi como a iguales. ¿No lo eran? ¿Qué importaban a veces las clases sociales? Ese punto de rebeldía era algo que molestaba sobremanera a su madre, después de todo la hacía un tanto incontrolable. Rose, sin embargo, había llegado a la conclusión de que había sido precisamente la presión que habían ejercido sobre ella con toda la educación que le habían inculcado y las cosas que le exigían habían conseguido que sacase precisamente esa rebeldía.

La última obligación a la que se había visto sometida era casarse con Caledon Hockley, un empresario del metal que podía sacarla a su madre y a ella de las deudas en las que habían quedado sumidas cuando su padre murió. La joven podía notar una nota de irritación en la voz de su madre cuando alguien sacaba el tema de su padre, aunque ante los demás sabía disimularlo bien, pues claro, todo aquello había tenido que quedar guardado en secreto. Posiblemente de haberse filtrado gracias a uno de sus criados y doncellas, su madre se hubiese asegurado de que recibieran un castigo acorde con el “delito” realizado. Sólo pensar en aquello le producía cierto malestar a la joven de cabellos rojizos.

Ni siquiera él sabía el problema en el que estaban metidas.

Él... Él en esos momentos era su otro problema, aquel que la privaba de libertad. Su madre siempre alegaba que todo aquello era culpa de su padre, de las deudas con las que las había dejado, pero eso no quitaba que cada vez que sacaban el tema de su compromiso (cosa que solía hacer su madre) la hiciera sentirse responsable de su situación. Claro, chantaje emocional. Su madre usaba sus emociones para hacerla sentirse culpable ya fuese por su forma de tratar a Hockley, por su evidente falta de entusiasmo ante la boda... y siempre culminaba aquellas charlas diciéndole que si no cumplía el compromiso y se casaba con Caledon ellas dos acabarían arruinadas. “¿Es que quieres ver a tu madre trabajando” era una de las muchas cosas que le decía. Todo con el fin de hacerla sentirse mal.

Precisamente lo peor de estar en un barco, del que como era lógico no se podía ir muy lejos y solo podía estar en determinados sitios (en teoría, claro), era que no podía deshacerse con facilidad de ninguno de los dos. En especial de Cal, que mandaba a su guardaespaldas todo el día detrás de ella y eso que prácticamente acababan de embarcar. ¡Cómo si se fuera a perder en el barco! ¡Por Dios! Al menos parecía que en aquella ocasión no la habían seguido ninguno de los tres, ni siquiera el guardaespaldas, aunque estaba prácticamente segura de que en cualquier momento aparecería, creyendo que sabe ser discreto y hacer su trabajo.

Sonrió ante aquel último pensamiento durante unos segundos sin pararse apenas a pensar en ello, al tiempo que se apoyaba en la barandilla del barco y dejaba que la brisa marina diera contra su rostro. Por primera vez en aquel día se podría decir que se sentía tranquila y relajada, sin nadie revoloteando a su alrededor. Y solo por un instante sentía que no estaba en aquella jaula de oro donde la tenían encerrada, con la sensación de que se asfixiaba y privada de la libertad que ansiaba.

Después de todo, seguía esperando el día en que la vida tuviera algo más que ofrecerle que lujos, obligaciones, protocolos y fiestas aburridas. Seguía esperando aquella chispa en la vida que la hiciera vibrar, que la hiciera feliz de verdad. En definitiva, seguía esperando que su vida no fuese el simple transcurrir de los días.


domingo, 15 de abril de 2012

Cruciatus

Se quedó completamente helada cuando notó la punta de la varita contra su espalda y aquel susurro tan frío que podría haberle helado la sangre, pero lo que de verdad hace que el pánico la invada es la palabra que sale de boca de aquella mujer, sin darle ni tan siquiera la posibilidad de preguntarle: ¿Agradecerle a mi padre?

Un escalofrío me recorre el cuerpo entero, como si una descarga lo atravesara por completo. Al principio no siento dolor. Durante un segundo tengo la sensación de que he dejado de sentir, pues no siento nada. Es entonces cuando una oleada de calor, como una flor transformándose en fuego empieza a propagarse por mi pecho e inunda mi cuerpo entero.

Es como si cada poro de mi piel, cada centímetro de mi cuerpo estuviera ardiendo en llamas y el dolor es tan insoportable que lo único que se me ocurre pensar es que quiero que termine ya, que se acabe. Me da igual dormirme y no volver a despertarme mientras todo ese dolor desgarrador desaparezca de mi cuerpo. En cierto momento notó el suelo duro dar contra mi espalda y aunque notó el tacto frío de las baldosas bajo mis manos que se mueven frenéticamente en el intento de agarrar algo, es una sensación que apenas percibo unos segundos pues todo lo que soy capaz de sentir es dolor. Desearía poder aferrarme a algo y que de esa manera me alejase de todo aquello.

El martilleo en mi cabeza va en aumento. Soy capaz incluso de oír mi pulso acelerado, el ritmo desbocado de mi corazón a un volumen tan alto que cualquiera diría que estoy dentro de mis venas y mi propio corazón. Todo se une a las demás sensaciones que voy experimentando. Parece como si la piel se me estuviese desgarrando y los huesos partiéndose en múltiples trozos, hasta tal punto que creo oír como se quiebran dentro de mi cabeza.

No quiero. Quiero evitarlo. No quiero darle el gusto de gritar, pero tengo la sensación de que si no manifiesto el dolor que estoy sintiendo solo se me va a hacer más insoportable. Al final mis sentimientos son más fuertes que mi cerebro y le doy la satisfacción de gritar. Gritar de dolor, de angustia… Estoy segura de que si en este momento pudiera hablar le suplicaría que me matase, como si nada más importase en el mundo. Como si ese destino fuese el mejor que me puede esperar, aunque una voz en el fondo de mi cabeza me diga que no, que mi destino es uno mucho más maravilloso. Un destino feliz.

La felicidad sin embargo ahora brilla por su ausencia en todo mi cuerpo. Noto como algo resbala por mis mejillas. Lágrimas. Lágrimas de dolor y desesperación. Unas lágrimas que queman, que me hacen daño cuando me recorren las mejillas, como si se tratasen de cuchillos afilados rasgándome el rostro. Incluso tengo la paranoia de que me están cortando el rostro lo cual solo hace que mi angustia vaya en aumento. El pavor me ha invadido por completo y empiezo a pensar que no va a terminar nunca.

¿Alguna vez terminará esta tortura? ¿Tendré otra vez esa sensación de paz? ¿Dejarán de atravesarme la piel miles de agujas? ¿Dejará de quemarme?

Solo quiero que el dolor desaparezca. No me importa nada más.

jueves, 8 de marzo de 2012

Prudence y Charlie

This entry is dedicated to my Charming boy
'cause he deserves it and has helped me a lot these past few months.
Thank u very much!

Ah! And don't forget that make someone smile is easier than you think ;)

It goes also dedicated to the owner of Charlie
a dear friend.

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De: tededicounasonrisa@live.com
Para: arsenalforever@hotmail.com
Asunto: ¡Hola, hola!

Querido Charlie:

Deje mi casa hace unos días, ahora estamos en un hotel y en cuanto mi madre haya arreglado unas cosas aquí en Londres que tiene pendientes aquí partiremos hacía Roma. La verdad que si no fuese por el trabajo de mi madre, ahora mismo me daría pánico tener que volar, pero hace tantos años que cojo aviones, que realmente…, es casi como algo normal.

Se me hace extraño…, escribirte en vez de salir a casa y caminar durante unos cuantos minutos hasta aquella calle donde siempre nos encontrábamos. Siempre con ese “Buenas tardes, señorita” siempre las mismas palabras, acompañadas de una sonrisa en tu rostro. Es como si después de tantos meses se hubiese convertido en nuestro saludo, siempre acompañados de dos besos en la mejilla o un abrazo.

¿Sabes qué es lo que más lamento? No haberte conocido antes. Quiero decir…, yo siempre estuve allí, entre los aldeanos del lugar, entre las caras de todos aquellos desconocidos para ti y hasta que no me tropecé contigo en aquel pequeño café derramándote todo el contenido de mi taza, un café, nunca lo olvidaré, no me hice visible a tus ojos.

Te costo aceptar mi invitación, pero al final aceptaste y se que de habernos conocido años antes nuestra relación hubiese sido tal y como fue ahora, ¿por qué debería haber sido distinta? Somos las mismas personas que éramos años atrás.

Me da tantisima pena que hayas terminado tus estudios, porque de no haber sido así le hubiese pedido a mi madre que aplazara nuestro viaje a Roma, aunque tengo que admitir que es una buena oportunidad para estudiar Literatura Italiana. Lo que siempre he querido hacer a pesar de no tener los mismos estudios que tienes tú, ya sabes… nunca tuve el dinero para ir a una de las prestigiosas escuelas privadas. No tuve esa suerte. A veces ser hijos únicos tiene esa ventaja…, solemos poder convencer a nuestros padres de una manera más fácil, en mi caso, al menos. El hecho es que siendo que tú terminaste, no tengo excusa alguna para pedirle que nos quedemos aquí. El puesto de trabajo que le han ofrecido a mi madre es bastante bueno y sería egoísta por mi parte pedirle que lo dejase para poder seguir viéndonos.

Al menos nos quedaran estos e-mails…

Por cierto, la última vez que nos vimos no me comentaste que tal te fueron las notas. Espero que aquellos trucos que te dí y esos pequeños consejos te sirvieran de algo y al menos aprobaras. No importa la nota, lo importante es aprobar. Así que ya sabes ¡cuenta, cuenta, cuenta…!

Me despido así hasta la próxima, tengo que ayudar a mi madre con algunas cosas y bueno como no vaya ahora mismo es capaz de decapitarme (me ha llamado a gritos unas cuatro veces ya) y como no me gusta dejar las cosas a medias, prefiero terminar esta primera carta aquí y listos.

Espero tener noticias tuyas pronto, a pesar de que solo hayan pasado unas semanas desde la última vez que nos vimos.
Con cariño,
Prudence.

De: arsenalforever@hotmail.com
Para: tededicounasonrisa@live.com
Asunto: Re: ¡Hola, hola!
Querida Prudence:

¡No tienes ni idea de la alegría que me ha hecho ver a tu e-mail en la bandeja de entrada esta mañana! No pude leerlo hasta hoy por problemas de conexión y creo que hasta mi padre ha notado que estaba de mejor humor, aunque como siempre, no me pregunto nada.

Pensaba que te habrías olvidado y que al final la promesa de escribirnos había quedado en eso, en simples palabras que como la mayoría de estas se quedaban al final en nada, veo que en tu caso cumpliste la promesa… Te iba a escribir yo el primero, pero como dijiste que querías hacerlo tú, supongo que al final deje la decisión en tus manos. Me alegra saber que es esta tu decisión.

A mi también se me hace bastante raro, en realidad se me ha hecho bastante raro leer tu e-mail, en lugar de escuchar tu voz. Es extraño, supongo que nos tendremos que acostumbrar a ello, porque como tu misma bien has dicho no nos queda otra.

La verdad que ahora que te conozco y que hemos intercambiado tantas conversaciones, se me hace imposible no haberte visto antes es más, he llegado a tener la sensación de que te conocía de toda la vida y es una pena que solo hayamos tenido un año para conocernos y que ahora tengas que irte tan lejos. Quien sabe a lo mejor dentro de unos años podemos volver a vernos, ¿no? Además te lo repetiré las veces que haga falta, no todos los días te ofrecen una plaza en una universidad extranjera, ni te dan la oportunidad de hacer lo que de verdad deseas hacer, así que… como ya te dije, aprovecha la oportunidad y disfrútalo lo máximo que puedas. Que no me entere yo de que no lo haces, ¡eh!. Yo como te imaginarás sigo pensando que hacer con mi vida…, soy un desastre, ya sabes…

¡Tienes razón! ¿Cómo se me pudo olvidar? Bueno, mejor dicho, como se le pudo olvidar a doña estudiosa. De verdad que no se como puedes ser tan meticulosa con las cosas. ¡Ah! Tus consejos me fueron de perlas…, a saber que habría hecho yo sin ti…! De verdad que me fueron bastante bien, aunque quiero que sepas que yo solo podría habérmelas apañado. Aprobé todas las asignaturas que cursaba en este último año, así que señorita más le vale a usted felicitarme (sabes que no es necesario que lo hagas eh!) ¿Quieres una copia de las notas para estar satisfecha del todo?

Cuéntame como te fue el viaje hasta Roma y por supuesto como son las cosas por ahí… Si necesitas cualquier cosa, puedes pedírmela, aunque este lejos…, bueno, haré un esfuerzo para intentar ayudarte. Para algo están los amigos, ¿no?

Un saludo,
Charlie.



Estaba nerviosa. ¡Claro que lo estaba! A cualquier chica de veintiún años algo así la pondría nerviosa. Le temblaban las manos mientras pasaba la mirada del reloj de la pared al teléfono que había sobre la mesa junto a ella. Sabía lo que quería hacer pero no se atrevía. Descolgaba y volvía a colgar. Marcaba y antes de que diera tono volvía a colgar. Era ridículo. Lo sabía. Cinco minutos, diez, quince, veinte…, sigue contando y sus nervios aumentaban. Si tan sólo fuese capaz de descolgar el teléfono y marcar el número…

Al final se armó de valor y consiguió marcar y no colgar. Un tono, dos tonos… y entonces la oyó. Esa voz. La voz que consiguió que el corazón le diese un vuelco, que le sudasen las manos y que de la misma emoción unas lágrimas amenazaran con salir.

-¿Sí? ¿Oiga?

La voz insistía. Quería respuesta y ella parecía sentirse incapaz de responder. Se había quedado petrificada. Una de esas reacciones del cuerpo que no era capaz de controlar. Solían ser más fuertes que ella.

-¿Hay alguien ahí?

Claro que había alguien, pero sentía que sus palabras se habían quedado atoradas en alguna parte de su garganta. En un momento de calor, su voz pareció superar aquel pequeño obstáculo.

-Hola…

Silencio. Un largo y casi agonizante silencio fue lo que siguió a aquella palabra. Era algo que se esperaba. Hacía muchos años que no oía su voz. Ni siquiera le había dado nunca su número de teléfono, pero Melinda tenía contactos o más bien su madre. En resumen tenía el poder suficiente para mover algunos hilos y conseguir aquello que quería, como algo tan simple como un número de teléfono.

-¿Prue? ¿Eres tú?

Claro que era ella. Melinda, Prudence, ¿qué más daba? Era la persona al otro lado del teléfono eso era todo. Uno de los ayudantes de su madre entró en la habitación. Silencioso observando a la jovencita que sonreía ligeramente por alguna razón al teléfono, para los trabajadores Melinda Levine siempre había sido una muchacha demasiado callada. Ni siquiera parecía que el hecho de que su madre fuese famosa y que ella misma saliese a menudo por televisión desde hacía unos cuantos años, la reconocieran por la calle y demás, cambiaría su forma de ser y aquella sencillez que parecía que rodeaba a la castaña.

-Sí. Claro que soy yo. - el hombre la miró unos segundos, pero la jovencita ni siquiera había parecido advertir su presencia, así que de la misma forma que apareció, desapareció dejando a la muchacha con sus cosas. Seguía siendo una chica de veintiún años con sus sueños, su vida y sus ambiciones. Era una chica como otra cualquiera.

-Vaya… ¿cómo conseguiste mi número de teléfono?
Parecía sorprendido y no era para menos. A él le sorprendería el hecho de oírla (y que hubiese conseguido su número de teléfono) a ella le sorprendía haber tenido el valor para hacerlo. Aquello era demasiado importante para ella, un paso del que más tarde podía arrepentirse, pero era su vida. Aquella parte de su vida que nadie conocía, aquellas citas a escondidas y los e-mails que nadie conocía eran su verdadera vida. Su verdadero yo.

-Tengo mis contactos.- ensanchó su sonrisa después de haber dicho esas palabras. Había sido posiblemente la primera vez que se había alegrado de que su madre tuviese aquellos contactos y ella la posibilidad de acceder a ellos. -Iba a escribirte, pero… Esta me pareció una manera más personal de contactar contigo.

Posiblemente él no entendiera nada. Durante años se había negado a que hablasen por teléfono. No quería que él se gastara tantísimo dinero llamando a Roma. Era consciente de que su situación económica era muy distinta a la suya y ella, por su parte no quería que nadie descubriera eso. Era su secreto.

-¿Charlie?
El silencio que había en el otro lado de la línea, la asustaba y por un momento tuvo la sensación de que le habían colgado y ella tan en su mundo como estaba ni siquiera se había dado cuenta. ¡Baja de las nubes! Se dijo a sí misma.

-Sigo aquí, Prue… Solo que me sorprende. Nunca quisiste esto. ¿Por qué ahora, sí?

¿Estaba enfadado? ¿Molesto? En parte era normal y peor sería si descubría todo. La muchacha respiró hondo. Ahora llegaba la mejor parte del porque de aquella llamada telefónica después de cuatro años. Cuatro largos años.
- Porque ahora estoy en Londres, Charlie.- más silencio. Aquella había sido y con mucha diferencia la conversación telefónica más extraña que había tenido en su vida. Estaba compuesta de silencios, largos…, desesperantes, pero seguidos de respuestas esperanzadoras, llenas de aliento, de algo que llevaba mucho tiempo esperando.

-¿Estás en Londres? ¿En serio? ¡Eso si que es una buena noticia!
Si había habido algún atisbo aunque fuese pequeño de molestia en la voz del chico los últimos minutos había desaparecido para dar paso a la emoción, la sorpresa. La misma emoción que llevaba embargándola a ella desde que había pisado aquel país. La misma que había conseguido que sus ojos verdes brillasen a pesar de no derramar ninguna lágrima.

-¿Por qué no me lo dijiste en tu último mail?

-Pensé que esto era más personal. Además tenía ganas de volver a oír tu voz. - ¡Oh Dios! No podía creerse que hubiese dicho aquello en voz alta. Dicho estaba, eso estaba claro. Lo que no se esperaba es que él contestase como contestó.

-Yo también tenía ganas de oír tu voz.

Y aunque ella no lo estuviese viendo en ese momento, una sonrisa asomó en el rostro del rubio que tenía la mirada incrédula fija en el televisor encendido del pequeño salón de su casa aunque sin prestar realmente atención a las imágenes que pasaban por delante de sus ojos azules.

-Sigo sin creerme que estés aquí, ¡en Londres! No me estarás gastando algún tipo de broma, ¿no? - preguntó angustiado y ella no pudo evitar soltar una carcajada al otro lado del teléfono mientras aunque él no pudiese verla negaba suavemente con la cabeza. Se había levantado del sofá donde había estado sentada y se había dirigido con teléfono en mano a una de las ventanas de la habitación. Mentiría si dijera que no había echado de menos Inglaterra y su casa. Su habitación de siempre.

-¿Cómo voy a bromear con algo así? ¿Estás loco?

Una respuesta para aquella segunda pregunta pasó por la cabeza del muchacho y casi salió de sus labios, pero en el último momento había pensado (acertadamente seguramente) que quizá eso hubiese sonado demasiado atrevido. No quería cagarla en aquel momento con ella.

-No claro que no, solo preguntaba. Esto…, Prue…

-Dime.

De repente había vuelto a sentir los mismos nervios que la habían invadido antes de atreverse a coger el teléfono y marcar. Era como si supiera de antemano lo que iba a preguntarle. Él por su parte aunque estaba deseando preguntarlo, tenía miedo a que la respuesta no fuese la que quería oír.

-¿Crees que hay alguna posibilidad de vernos? - una vez preguntado el joven aguanto la respiración esperando la respuesta al otro lado del teléfono. Ella por su parte sonrió mientras caminaba de vuelta al sofá. Era justo lo que había esperado. El verdadero propósito de aquella llamada.

-Por supuesto que si, estaré encantada de volver a verte. - más que eso, pero siempre había sido bastante prudente con las cosas que decía o dejaba de decir. -¿Dónde siempre a la misma hora de siempre? - para eso faltaban unas cuantas horas. Horas en las que se prepararía mentalmente y se concienciaría de que lo que iba a pasar era real.

-Trato hecho.

Soltó una risa fruto de aquellos nervios que sentía y se sintió aliviada al oír que el muchacho respondía de la misma manera.

-Hecho entonces. Hasta luego Prue.


-Hasta luego Charlie.- se quedó unos momentos callada antes de colgar el teléfono. Hubiese deseado no tener que hacerlo nunca y quedarse con esa voz en su cabeza, no terminar nunca con esa conversación y él sintió exactamente lo mismo en el momento en que colgó el teléfono y el único sonido que volvió a inundar sus oídos era el del televisor encendido.

martes, 31 de enero de 2012

22 de marzo de 2019

Esto es una propuesta de nueva "situación actual" en el foro de rol que tengo con mi amiga.
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22 de marzo de 2019

Me parece increíble que ya haya pasado un año. Un año desde que volviéramos a encontrarnos. Un año desde que me sacaron de aquella celda y pude volver junto a mi hija. Un año que ha pasado muy deprisa y me ha cambiado la vida. Los acontecimientos que ocurrieron entre el día 1 de enero de 2018 y el 22 de marzo de ese mismo año fueron los desencadenantes de ese cambio.

Me arrebataron algo que siempre fue mío. Una parte de mí... En esos momento sentía que me habían arrancado el alma, un órgano que yo necesitaba para seguir viviendo. Encerrada en aquella celda oscura llegué a pensar incluso que moriría... Poco después supe que no había sido la única a la que le habían extirpado la magia, había más en mi situación y no todos contaban con la ayuda cercana de alguien que nunca había poseído del modo que yo lo hacía. Yo tenía a mi hija. También descubrí que había habido casos de magos y brujas que habían muerto durante aquel horrible proceso.

Cuando te enteras de algo así te haces dos preguntas: ¿Es mejor morir o sufrir el resto de tu vida recordando algo que te han arrebatado y no volverás a tener? Por supuesto están aquellas personas que se adaptan, que de alguna manera lo superan, pero yo sé, he oído que algunos de ellos simplemente no podían aguantar aquel tipo de vida y decidían quitarse la suya propia.

Y luego en Julio ocurrió quizá una de las mayores desgracias que ha ocurrido en los últimos años en el mundo mágico, además de la caída del secreto y todo lo que ha conllevado. La pluma mágica de Hogwarts, aquella que anotaba los nombres de todos los niños y niñas nacidos con magia en el Reino Unido, fue robada. Con ella la posibilidad de que los nuestros salvaran a aquellos pequeños de las garras y los peligros que conllevaba ser expuestos ante la sociedad muggle.

Ese día murió un gran mago, Javier Castaño y casi fue segada la vida de otra persona, de mi hija..., probablemente por este y otros muchos motivos se nos olvidase. A lo mejor de alguna manera queríamos restarle cierta importancia al hecho de que tuviesen la pluma. ¿Cómo iban a saber lo que era? Quizá fuimos unos ingenuos, quizá solo queríamos unos meses de paz, de tranquilidad, de pensar que todo volvería a su cauce, pero eso nunca ocurrió...

Era mediados de enero cuando saltó la noticia: habían empezado a buscar y encontrar a aquellos niños y niñas que salían en la lista del libro de Hogwarts que habían cogido junto a la pluma. Habían ido hasta sus casas y les habían dicho a sus padres que sus hijos portaban al demonio en su interior, que tenían que extirpárselo si querían evitar que se convirtieran en magos o en su defecto brujas. Muchos de ellos, escépticos, otros asustados y otros influenciados por lo que habían estado oyendo los últimos años sobre los magos, dejaron que los Brigadistas sometieran a sus pequeños a la intervención.

Dejaron que igual que a mí, les extirparan la magia, les quitaran parte del alma...

Recuerdo la primera vez que leí sobre los casos, cuando la realidad me golpeó, a mi y posiblemente a todas las Comunidades Mágicas del mundo que aún estaban en activo. Sentí una sensación horrible en la boca del estómago, casi como si hubiesen golpeado y tuve que retirar con la mano la taza que iba a beber de mi vista. Como si solo verla me hiciese sentir peor, y es que en mi cabeza no dejaba de pasar algo... En el momento en el que perdí la magia para siempre, sentí que había perdido una parte esencial de mí que nada más podría llenar. A día de hoy ese sentimiento sigue allí, cuando recurro a él aparece fuerte y claro y me hace sentir vacía, por eso la mayor parte del tiempo lo mantengo en un rincón de mi mente, ocultó entre muchos otros sentimientos que son más fuertes, que de alguna manera permiten que quede en la sombra...

Yo sé porque siento ese vacío. Yo sé cómo evitar sentirlo, pero del mismo modo que yo lo siento, sé, tengo la corazonada, la certeza de que el día menos pensado esos niños y niñas a los que les están arrebatando la magia antes de que sean siquiera conscientes de que la poseen, sentirán ese vacío. Un vacío que les llevara a la locura más absoluta, porque no tendrán respuesta a alguna a ella. Lo sentirán y no sabrán cómo enfrentarse a él. Les faltará la pieza más esencial de ese rompecabezas: el origen.

Unos lo soportaran, otros serán demasiado débiles y acabaran sumidos en la depresión dejándose engullir por la misma, quitándose la vida y otros simplemente acabaran con problemas mentales tan graves que tendrán que ser encerrados.

¿Lo peor? Nadie se dará nunca cuenta de que todo ello es debido a arrebatarles algo suyo desde la más tierna infancia, y si alguien lo descubriese le harían callar. Preferirán tener altos porcentajes de suicidio y locura, que una sociedad donde la magia que les pertenece por nacimiento y los humanos corrientes puedan vivir en armonía.

Otros padres rechazaron la “ayuda” de los Brigadistas. Estas familias acabaron amenazadas, incluso se las acusaba de infligir la ley por no dejar que les pusieran la mano a sus hijos. Por suerte para ellos, algunos de los nuestros trabajaban de encubierto en diferentes servicios sociales públicos de todo el país y les hacían desaparecer. Desaparecer a ojos de los Brigadistas, porque simplemente los llevaban a diferentes Comunidades Mágicas donde podían estar a salvo.

Por desgracia estos casos escaseaban. Hoy día escasean.

¿La razón? Han manipulado a la sociedad usando el miedo como principal medio para llegar a ellos. Nos han incriminado por diferentes crímenes que ni siquiera hemos cometido. Cientos de montajes alrededor del mundo que hacen creer a una sociedad cegada por el miedo que los magos son los responsables, que son peligrosos y que deben ser eliminados. Unos pocos creen que no es así, pero prefieren callar y no decir nada para no acabar como nosotros o incluso peor.

Me sigue sorprendiendo la facilidad que tienen aquellos que están en el poder de influenciar en el resto... Yo estuve en el poder y nunca se me pasó por la cabeza hacer semejante cosa a los demás. ¿Sería que soy demasiado buena? ¿Qué no me criaron para ello? ¿O es qué simplemente a los muggles que están ahí arriba les falta alguna tuerca?

El resultado es que nosotros hemos quedado como los malos.

En febrero muchas otras Comunidad Mágicas alrededor del mundo fueron descubiertas y sus magos apresados. A algunos les esperó el mismo destino que a mí y a otros la muerte como a magos de renombre años atrás, como a Sergey Vasiliev, el primer mago ejecutado. No sabemos aún por qué a algunos los ejecutan y a otros les extirpan la magia, pero algún motivo tiene que haber...


Con todo esto los magos hemos empezado a bajar de una forma drástica en número y solo en Reino Unido quedamos cerca de 300 de los miles que éramos, hay algunos que hasta temen que pueda ser el fin, que estemos en serio peligro de extinción. Podría ser posible... Nos unimos con los muggles para evitar que eso pasara, el hecho de que hijos de muggles tuvieran magia ayudaba a nuestra procreación, pero si solo quedamos los magos que hoy día sobrevivimos, no pasara mucho tiempo hasta que exista el último mago sobre la faz de la tierra.

Cada día los hijos, las parejas, los familiares de aquellos que siguen caminando entre los muggles, poniéndose en peligro y fingiendo ser algo que no son, tienen el corazón encogido en un puño y un nudo en el estómago que no se deshace hasta que los vemos regresar a salvo. La pregunta es... ¿tendríamos que hacer todos lo mismo? ¿Fingir algo qué no somos? ¿Adentrarnos en su mundo y encontrar el punto débil para así derribarlos de un solo golpe? O, ¿simplemente nos quedamos de brazos cruzados?

Puede que haya más alternativas. Puede que haya gente con otras buenas ideas para salvarnos, pero lo que está claro, es que nuestro futuro y el de nuestros hijos está más que nunca en nuestras manos, ¿por qué sino que futuro les espera a las pequeñas que acaban de tener los Lompard? ¿O a los hijos de nuestros propios hijos?

La mayor de las preguntas es si realmente estamos dispuestos a hacer algo, si seremos lo suficientemente valientes y volveremos a tomar aquello que es nuestro y sobretodo... A demostrar a los muggles que no somos como nos pintan, que nosotros no somos el peligro..., que ellos mismos son su único enemigo y el que está acabando con algo tan maravilloso como lo es la magia.

jueves, 26 de enero de 2012

No se puede huir del pasado. Parte 2

Punto de vista de Wendolyn
“Sí, claro que me he enterado”. No esperaba menos. Apartó sus ojos azules unos segundos. En realidad gozaba de una suerte increíble, sino fuera por Sunday no sabía que hubiera sido de ella en esos momentos. ¿Cómo podría haber empezado a sobrellevar eso? ¿Cómo podría algún día superarlo? Solo porque ella estaba allí con ella, sabía que estaba siendo capaz de seguir adelante, porque era ella la que le había enseñado a la luz, la que la estaba guiando y agradecía a quien fuese el responsable de haberle dado aquel regalo, por mucho que a otras personas en el pasado les hubiese podido parecer una “desgracia”.

No sólo había sido un regalo en aquellos momentos, había sido lo único que en silencio la había mantenido siempre unida a él. Había sido el mejor regalo que podía haberle dado. Había sido la niña de los ojos de su padre que la había ayudado en cada paso de aquella aventura que a ella con diecinueve años le venía un tanto grande. Había estado siempre allí para ella, para las dos y por muchos años difíciles que hubiesen tenido y muchas cosas que hubieran tenido que aprender para darle a ella la oportunidad de pertenecer no solo al mundo mágico, sino también al muggle, habían valido la pena. Ahora era cuando lo veía todo claro.
- Tengo la mejor ayuda del mundo... – Alguien que había vivido con aquello muchos años. Esbozó una sonrisa mientras volvía los ojos hacía él. – Así que podría decir que lo llevo bastante bien, cuesta hacerse a la idea de que ya no... podré hacer... magia. – La palabra se le había quedado atorada en la garganta. Su varita había quedado en manos de los Brigadistas y posiblemente ya hubiese sido pasto de las llamas, pero por una parte incluso lo agradecía. Haber sabido que estaba en aquella casa, tener la tentación de agitarla y ver que no pasaba nada hubiese sido mucho peor.

Los ojos de la mujer siguieron los movimientos de Gerry y no pudo evitar que una nueva sonrisa se formase en su rostro cuando vio como se acercaba a las fotos. Sintió como su el bombeo de su corazón se aceleraba ligeramente, como si aquel secreto fuese a salir a la luz en ese preciso momento después de tanto tiempo – Eso dice todo el mundo, que se parece a mí – Aunque quizá ella era la única que en alguna ocasión le había visto algún parecido con él. Era algo inevitable. Se quedó unos segundos parada donde estaba cuando aquella pregunta salió de sus labios. ¿Y qué esperaba? ¿Qué no preguntase? ¿Qué no se interesase?

Una parte de ella deseaba decirle quien era aquella chica. Deseaba decirle que era su hija, que se había perdido casi veinte años de su vida, que tendría que haber vuelto antes, que nunca debería haberse marchado. Incluso que por qué tenía la cara de aparecer después de tanto tiempo. Que ahora ya nada importaba, que el pasado en el pasado había quedado, pero la realidad era muy distinta. Por mucho que hubiese intentado darle a Sunday una figura paterna que no fuese su abuelo, nunca había conseguido estabilizar ninguna relación y cuando cumplió los seis años empezó a darse por vencida. Cuando la pequeña no dio signos de magia y descubrieron que era squib, se convenció de que nadie querría ser el padre de una niña que no pudiera hacer magia y decidió volcarse en ella y en su trabajo. En gran parte aquella niña de ojos azules que hacía sonreír tanto a su abuelo, se había convertido en el gran amor de su vida.

Y lo peor era que el pasado seguía importando y no se había dado cuenta hasta aquella noche.

En contraposición otra parte de ella no quería decirle directamente que también era hija suya, quería seguir siendo egoísta y guardarse aquello para ella. Como hacía veinte años. Ya lo descubriría por sí el destino así lo quería, después de todo no había que ser demasiado listo para darse cuenta.

- Cumplirá veinte años en Diciembre.

¿Acaso eso no era una pista ya demasiado grande? Tampoco era tan difícil hacer las cuentas.

Punto de vista de Gerry

La mejor ayuda del mundo. Sonrió, a pesar de no saber si se estaba refiriendo a la hija que tenía o alguien más especial. Fuera como fuera le alegraba saber que contaba con ayuda para superar aquel trance. Desearía poder ser él, pero a aquellas alturas de la vida no sabía si la británica iba a dejarle entrar en su vida otra vez como hacía tantos años.

- Normal… - murmuró. A él también le costaría hacerse a la idea de algo así, sobretodo porque era algo con lo que había contado toda su vida. Era parte de ellos y era realmente una crueldad que te lo arrebatasen de la manera en como se lo habían hecho a ella. – Me alegro de que al menos tengas esa ayuda… Hay otros en tu misma situación que ni siquiera tienen eso – Pues había llegado a oídos de Gerry que Wendolyn no era la única que había sufrido aquel destino y que además otro de los afectados era de aquel mismo pueblo.
“Cumplirá veinte años en Diciembre”. Sonrió de forma inconsciente mientras echaba otro vistazo a las fotos sobre la repisa de la chimenea hasta que la palabra “Diciembre” volvió a resonar en su cabeza como si quisiera darle la respuesta a algo. Diciembre. Noviembre. Octubre. Septiembre. Agosto. Julio. Junio. Mayo. Abril. Él se había marchado hacía veinte años a mediados de Mayo lo cual implicaba que… - ¿Has dicho Diciembre? – en realidad no necesitaba la confirmación a aquella pregunta, lo había oído perfectamente. Eso quería decir que... – ¿Por qué no me dijiste nada? – Fue lo primero que se atrevió a preguntar cuando estuvo totalmente seguro de lo que todo aquello significaba, pero sobretodo cuando se percató de lo mucho que podrían haber cambiado sus vidas si ella hubiese dicho algo en su momento.

En ese momento pensó que ella se había comportado como una persona egoísta al guardarse aquello no solo en aquel preciso momento sino a lo largo de todos los años que habían ido pasando. Le había quitado la oportunidad de poder hacer la elección de quedarse con ellas en lugar de hacer lo que estaba prescrito.
- Sabes perfectamente que habría vuelto... En realidad tendría que haberlo hecho de todos modos – Era algo de lo que estaba seguro que se arrepentiría el resto de su vida. El no haber plantado cara a sus padres, haber roto aquel compromiso que lo había mantenido atado a Rhiannon y haber vuelto con ella. Con aquellos ojos azules que tanto le habían atraído desde un principio – Lo siento Wendolyn, lo siento mucho... Nunca debí dejarte sola.

Había pensado muchas veces en cómo se sentiría cuando le pidiese perdón, cuando dijera aquellas palabras y no pudo menos que sentir como se quitaba un peso de encima. Un peso que había estado cargando todos aquellos años. El silencio que se formó le hizo sentirse incómodo e incluso dar unos pasos por la estancia antes de que la pregunta quizá más oportuna en aquellos momentos saliera de su boca. - ¿Cómo se llama? – Necesitaba saberlo. Quería saberlo.

martes, 24 de enero de 2012

No se puede huir del pasado. Parte 1

Punto de vista de Wendolyn

Si su padre supiera eso la mataría, estaba segura. Aún recordaba todo lo que había dicho veinte años atrás cuando Gerhard se fue dejándola sola. Wendolyn estaba segura de que nunca había oído salir tantos insultos de boca de su padre como aquella tarde. Ni tantos insultos ni tantas prohibiciones.

Sus recuerdos se vieron interrumpidos cuando vio pasar a Sunday por el pasillo. Lo había olvidado por completo. Se dio la vuelta para seguir a la muchacha que se había dirigido al salón devolviéndole la sonrisa cuando sus rostros se encontraron – Sunday... – Esperó una respuesta por parte de su hija que parecía buscar algo - ¿No vas a ver a Mihjail hoy? – Su hija levantó la mirada con una expresión extraña en el rostro – Solo era una pregunta... – Se defendió la mujer mientras se cruzaba de brazos apoyándose en el marco de la puerta – Deberías ir a verle..., no tienes porque estar todo el día pendiente de mí. Venga ve, estaré bien – La animó con una renovada sonrisa en el rostro.

Si le decía la verdad seguro que habría reaccionado como su padre.

Tuvo que insistir unos segundos más y un poco más y casi se vio obligada a echar a su hija de casa (que era realmente lo que intentaba hacer). Casi podría decir que se sintió aliviada cuando la vio desaparecer caminando al final de la calle. Quería hacer las cosas paso a paso y para eso lo mejor es que por el momento no se encontraran. También era consciente de que muchos habrían puesto el grito en el cielo ante una relación como la de su hija, pero ella se jactaba de ser diferente, además había pensado que negando lo evidente no arreglaba nada. Confiaba en ella y confiaba en él y eso era lo único que necesitaba para estar tranquila.

Se paseó nerviosa por el salón durante el siguiente intervalo de minutos, moviendo con nerviosismo las manos. Tenía que ser sincera consigo misma: nunca había creído estar en la posición en la que se encontraba en ese momento. Nunca había creído tener que decirle nada porque creía que jamás volvería a cruzarse en su camino... Lo había hecho y ahora la moral la obligaba a contarle la verdad y a pesar de estar decidida aún no sabía muy bien cómo iba a decirle que durante aquellos veinte años había tenido una hija de la que no conocía la existencia.

Ni tan solo quería imaginarse la reacción que tendría al enterarse.

Recordaba que durante los primeros meses del embarazo, incluso durante las primeras semanas de saber su estado, se decidía a mandarle una lechuza y contarle la verdad creyendo fervientemente que si sabía que ella iba a tener un bebé volvería a su lado. Al final todas aquellas veces había acabado diciéndose a sí misma que solo eran ilusiones suyas, que de haber querido se habría quedado con ella. Había decidido que era mejor seguir los consejos de su padre y dejarle al margen de todo aquello. La verdad posiblemente solo les trajera más problemas.

El sonido del timbre la trajo de vuelta al presente. A un presente que nunca imaginó y donde aquella verdad saldría a la luz. Una verdad que había llevado tiempo, bastante tiempo y quizá podría haber permanecido oculta siempre. La mujer se acercó a la puerta de la entrada sintiéndose por primera vez en años nerviosa. Realmente nerviosa.

- Gerry... – Le saludó nada más abrir la puerta esbozando una fina sonrisa. Se apartó ligeramente para que pudiera pasar mientras ella cerraba la puerta y luego lo conducía hasta el comedor donde volvió a hablar – Te has enterado, ¿no? – ¿Cómo no iba a enterarse? Todo Valgrange se había enterado de que había acabado siendo una Squib creada por los muggles. Por suerte tenía el mejor apoyo que podía pedir en esos momentos, de alguien que había nacido con aquella condición y de la que había aprendido numerosas cosas – Nunca pensé que no podría volver a agitar una varita.... – Estando viva, claro.

Punto de vista de Gerry

Gerry no sabía muy bien que pensar sobre el hecho de que Wendolyn le hubiese hecho aquella petición considerando que habían pasado veinte años y sobretodo por cómo habían terminado las cosas entre ellos. Quizá por eso había tardado en volver y el detonante para cruzar el atlántico había sido el hecho de enterarse que estaba en peligro. En serio peligro. ¿Qué si le importaba lo que pensará Rhiannon? No demasiado. Era auror, ¿no? Tampoco tenía porque ser tan raro que los destinaran a un país extranjero, menos teniendo en cuenta como estaban las cosas en aquellos momentos y que Reino Unido era de los países más afectados.

De todos modos en esos días, Rhiannon parecía demasiado ocupada en estar dando órdenes a la servidumbre como para darse cuenta de lo que él hacía o dejaba de hacer o cuando salía o entraba en la casa. Claro que, aquello de dar órdenes a diestro y siniestro parecía el hobby favorito de la mujer y es que era lo que se pasaba haciendo la mayor parte del día (por no decir que incluso lo hacía durmiendo). Lo que si había hecho había sido decirle a los chicos que iba a dar una vuelta por el pueblo y el hecho de que normalmente no le hicieran demasiadas preguntas, en aquellos momentos le supuso una pequeña ventaja.
Caminó por las calles del pueblo siguiendo las indicaciones que le había dado Wendolyn, seguro de que en un sitio tan pequeño, después de haber vivido en Los Angeles y seguidamente en la Comunidad Mágica de ese mismo sitio, no le iba a ser tan complicado. En efecto, en menos tiempo del que esperaba (y quizá hubiese querido un poco más de tiempo para poder prepararse mentalmente) se encontraba en el lugar indicado. Frente a la casa de la mujer. Respiró profundamente antes de alargar el brazo y tocar el timbre. Esperó con aparente tranquilidad a que la puerta se abriera y el conocido rostro asomara al otro lado.

- Buenas tardes, Wendolyn – La saludó sin saber realmente cómo comportarse ante ella y evitando usar el diminutivo “Wendy”. Quién sabía si después de veinte años le sentaba mal o cualquier otra cosa. Si lo había usado en el cuartel de la Brigada era porque... bueno... siendo que estaban todos nerviosos y en tensión era normal que dijeran las cosas sin pensar, ¿no? La siguió hasta donde ella misma le guió, el comedor – Sí, claro que me he enterado – En un sitio como aquel debía de ser normal enterarse de aquellas cosas tan rápido. Lo primero que había pensado era que era una crueldad, pero, posiblemente lo que más le doliera fuera el hecho de que le había pasado precisamente a ella – Debe de ser muy duro..., no quiero ni imaginármelo – Añadió en apenas un susurro mientras echaba un vistazo a la habitación. – ¿Cómo lo llevas? - ¡Mal! ¡Seguro! Pero, ¿qué otra cosa podía preguntarle?

Casi de inmediato sus ojos fueron a parar a aquellas fotografías en movimiento que tenía sobre la repisa de la cocina y sin poder evitarlo se acercó para poder observarlas mejor. – Me enteré de que habías tenido una hija..., se parece mucho a ti por lo que veo – Añadió mientras sus ojos se paseaban por aquellas imágenes, en una de las cuales aparecía además el padre de Wendolyn, cosa que le hizo esbozar una fina sonrisa – ¿Cuántos años tiene? – Porque tanta información no tenía. Ni siquiera se había enterado de quien era el padre, si se había casado y quedado viuda o qué, pero no le parecía tan raro tampoco. Ella siempre había destacado por ser muy discreta con su vida privada. Seguro que por eso había tardado también tanto en averiguar que tenía una hija.